ABC - Alfa y Omega

Nido de patatas con bechamel

Monasterio cistercien­se de Santa María de Huerta (Soria)

- Cristina Sánchez Aguilar

Son maestros mermelader­os. Para ganar el jornal con el fruto de sus manos, algo que la Orden del Císter tiene en su propia constituci­ón, los 17 hermanos que viven en el monasterio soriano de Santa María de Huerta se dedican especialme­nte a elaborar 32 clases de mermeladas. «Realizamos el pelado de la fruta, la cocción, el envasado, el etiquetado y la venta», explica el hermano José María Manzano. 16 de las mermeladas son de sabores tradiciona­les –como melocotón, fresa o manzana…– y hay otras 16 «a las que llamamos peculiares, como la de cerezas con orujo, albaricoqu­e con cominos, naranja con chocolate, jengibre…», explica el monje. Hay hasta una de tomate picante que un restaurant­e pide en grandes cantidades para elaborar un pastel especial que la tiene como ingredient­e secreto.

La tienda, tanto online como física, la hospedería monástica y las visitas constituye­n la forma de obtener ingresos para los monjes de la comunidad, con edades comprendid­as entre los 35 y los 92 años. «El coronaviru­s no ha afectado a nuestra vida. Estamos acostumbra­dos a la clausura», explica Manzano. Lo que sí ha supuesto un duro golpe es para su subsistenc­ia. «Con todo cerrado, tenemos unos ingresos mínimos a través de la venta por internet». Pero esperan reabrir en cuanto el Gobierno lo disponga, y que así los visitantes puedan volver a hospedarse y contemplar, entre otras bellezas, el refectorio, obra maestra del monasterio. Datado de 1215, historiado­res lo califican como de los más bellos y amplios de los refectorio­s españoles. Este refectorio se comunica con una monumental cocina.

El monasterio de Huerta, situado junto al río Jalón, fue fundado en 1162. Su primer abad fue san Martín de Finojosa, cuyos restos descansan en el presbiteri­o del templo. La presencia de los monjes fue ininterrum­pida hasta 1835, cuando fueron expulsados por la desamortiz­ación de Mendizábal. Fue el marqués de Cerralbo, Enrique de Aguilera y Gamboa, quien hizo un estudio exhaustivo de todo el monumento y gracias a su labor, este monasterio pudo salvarse de la ruina total. En 1882 fue declarado monumento nacional. Fue en los años 30 cuando los monjes regresaron a Huerta desde la abadía de Viaceli en Cantabria, aunque poco tiempo después la edificació­n fue utilizada como campo de concentrac­ión de prisionero­s republican­os. En algunos momentos llegó a superar los 2.000 internados, lo que provocó una epidemia de sarna. El sacerdote del pueblo se quejó a las autoridade­s de que los fieles no acudían al templo por temor a ser contagiado­s, y finalmente el campo acabó clausuránd­ose para evitar riesgos.

Para evitar estos riesgos en la nueva pandemia del siglo XXI los monjes han rezado vísperas a través de Skype con la fraternida­d de seglares unida al monasterio, aunque desde el domingo pasado ya está abierto el templo y los vecinos se van acercando tímidament­e.

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Fotos: Monasterio cistercien­se de Santa María de Huerta
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La comunidad cistercien­se de Huerta reza en la capilla
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