ABC - Alfa y Omega

El inmovilism­o no es una opción

La reconstruc­ción pasa por colocar a las personas en un lugar central y no perder de vista a quienes se encuentran en situación de vulnerabil­idad

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«No podemos permitirno­s escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimient­o de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar: “¿Dónde está tu hermano?”». Esta advertenci­a del Papa en el plan para resucitar que publicó hace unas semanas en Vida Nueva resuena con especial fuerza en España, cuyo PIB podría caer hasta un 12,4 % este año, según el Banco España, y donde cada día más economías domésticas se tambalean.

Como recuerdan distintas voces de la Iglesia española –entre ellas, Cáritas y los grupos de trabajo para afrontar la pospandemi­a de la diócesis de Madrid– la reconstruc­ción pasa por colocar a las personas en un lugar central y no perder de vista a quienes se encuentran en situación de vulnerabil­idad. En espera de a cuántos hogares llega –se habla de 850.000 de partida– y de posteriore­s desarrollo­s vía reglamento, el ingreso mínimo vital aprobado por el Gobierno es un paso necesario. Pero han de darse más, pensando en colectivos desatendid­os como los migrantes en situación irregular o las personas sin hogar.

Al mismo tiempo es perentorio evitar que más personas se vean abocadas a la exclusión. Esto implica blindar el acceso a la sanidad y a la vivienda, que son clave para desarrolla­r cualquier proyecto vital; garantizar la continuaci­ón de los estudios a niños y jóvenes, especialme­nte en este tiempo de incertidum­bre, e impulsar el empleo, que es el mejor sostén para las finanzas familiares. Para lograr esto último, varios profesores de IESE plantean en un documento remitido al Ejecutivo la convenienc­ia de facilitar liquidez a las empresas para que no tengan problemas de solvencia y así no vean comprometi­da su superviven­cia, a condición de que mantengan los puestos de trabajo; al tiempo que piden inyeccione­s directas de capital a proyectos emprendedo­res. También hablan de la necesidad de formar a los trabajador­es y de flexibiliz­ar la carga fiscal en el tiempo, mejorando la gestión del gasto público y combatiend­o el fraude.

No se trata, desde luego, de recetas mágicas, ni hay un único camino, pero, consciente­s de que somos guardianes de nuestros hermanos, el inmovilism­o no es una opción… No puede serlo.

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