«Cristo se sacrificó por mí. ¿Por qué yo no?»
Safa tiene 12 años, es cristiana pakistaní. Otra chica del barrio, musulmana, la invitó a su casa. Su hermano la dejó inconsciente con una bebida alcohólica y, al despertarse ella, «abusó sexualmente de mí. Luego me llevó a un tribunal y me obligaron a que me casara con él». En un viaje logró saltar del autobús y localizar a su padre, que la rescató. Tuvo más suerte que las 700 muchachas de minorías que cada año son raptadas, violadas y obligadas a convertirse al islam y casarse. Esta práctica es, junto con la ley antiblasfemia, uno de los rostros más duros de la persecución religiosa contra los cristianos en Pakistán. Y así lo relata el periodista Fernando de Haro en su documental Gawah (Testimonio, en urdu). Es la novena cinta de su serie sobre persecución religiosa, apoyada por el CEU y la Fundación Ignacio Larramendi, y la que ha tenido un rodaje más accidentado. Antes de verse obligados a abandonar precipitadamente el país al ser detectados por las autoridades, el equipo logró retratar situaciones como las mencionadas, pero también la discriminación institucional, laboral y social o el papel de las madrasas radicales, un puntal clave en el proceso de islamización del país. Y, en contraste, la actitud de los cristianos. A la pregunta a cada entrevistado sobre su fe, la respuesta es que no la cambian por nada. Como dice Teresa, cuyo marido fue acusado de blasfemia, «Jesucristo se sacrificó por mí. ¿Por qué yo no?».