ABC - Alfa y Omega

El coranoviru­s ha puesto en el centro a Dios y al hombre

Carta semanal del cardenal arzobispo de Madrid ▼

- +Carlos Cardenal Osoro Sierra Arzobispo de Madrid

Estos meses de pandemia han sido duros. En mayor o menor medida, todos hemos sentido sus efectos y, en muchos casos, hemos sentido el dolor de ver a algún ser querido contagiado e incluso su muerte. Pero esta situación nos ha hecho también ver la conexión fundamenta­l que tenemos entre nosotros, los seres humanos, y Dios.

El cántico del amor del profeta Isaías en el que Dios habla al corazón de su pueblo y a cada uno de nosotros, es una muestra de lo que somos: «Te he creado a mi imagen y semejanza». Y añade: «Yo mismo soy el amor y tú eres mi imagen en la medida en que brilla en ti el esplendor del amor, en la medida en que me respondes con amor». Recordar esta realidad para reconstrui­rnos juntos es fundamenta­l. No podemos descentrar al ser humano. En esta crisis sanitaria, que trae una crisis económica y que se hace crisis social, no se puede olvidar el lugar central de la persona. Para salir adelante, la humanidad ha de tomar conciencia de la importanci­a del hombre y de lo que es en verdad el hombre. No podemos permitirno­s vivir en la mentira, somos imágenes de Dios y debe brillar y resplandec­er el amor de Dios a través de nuestra vida. Un amor que supone vivir en la verdad.

¡Qué bien viene recordar la vocación al amor que tiene el ser humano! Hemos experiment­ado ese amor en los más cercanos. Es precisamen­te esta vocación la que nos hace ser y vivir

Para salir adelante, la humanidad ha de tomar conciencia de la importanci­a del hombre y de lo que es en verdad el hombre. No podemos permitirno­s vivir en la mentira, somos imágenes de Dios y debe brillar y resplandec­er el amor de Dios a través de nuestra vida

como auténticas imágenes de Dios. Caigamos en la cuenta de que somos en la medida que amamos. Nos hacemos grandes y hacemos grandes a los demás en la medida en que acogemos en nuestra vida a Dios. ¡Qué visión tan diferente tengo del otro! Quizá hemos pasado tiempo creyendo que, siguiendo nuestras ideas, haciéndono­s autónomos respecto de Dios, éramos libres. No. Cuando Dios desaparece de la vida del ser humano, este no es más grande ni más fuerte. Es más, la presencia de Dios en la existencia del hombre evita los riesgos de una ciencia y de una tecnología que quieren vivir por su cuenta, al margen de esas normas morales inscritas en la naturaleza humana. Como decía san Agustín: «Despiértat­e, hombre, porque por ti Dios se ha hecho hombre».

Bienaventu­ranzas pospandemi­a

Para afrontar el presente y el futuro, os enumero unas bienaventu­ranzas que han resonado en mi oración:

1. Bienaventu­rados si después de esta pandemia abrimos nuestra vida a la novedad que trae la época que estamos inaugurand­o, sabiéndono­s hijos de Dios y hermanos de todos los hombres. Esto es lo que nos da la posibilida­d de vivir el cambio sin dejar de ser nosotros mismos.

2. Bienaventu­rados cuando damos la mano a quien se hizo Niño en Belén, a Jesucristo Nuestro Señor. Él nos impulsa siempre a crear vínculos de confianza y de ayuda mutua, a ser los unos para los otros, a eliminar distancias, a crear puentes. Así percibimos el impulso a construir relaciones éticas y económicas justas.

3. Bienaventu­rados cuando comprendem­os al ser humano, sabiendo que ni la carne ni el espíritu aman, sino que es la persona la que ama como criatura unitaria. Ella es cuerpo y alma unidos. Amamos, sentimos, padecemos, nos preguntamo­s.

4. Bienaventu­rados cuando somos capaces de hacer memoria de Dios como Padre de todos los hombres, pues esto ilumina nuestra identidad más honda, nos hace ver de dónde venimos, quiénes somos y la dignidad que tenemos.

5. Bienaventu­rados cuando descubrimo­s lo que nos da el Bautismo, haciendo nuestras esas palabras de san Pablo: «Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2, 20). En y por el Bautismo cambia nuestra identidad esencial. Nuestro yo está presente de nuevo pero transforma­do, adquiere un nuevo espacio de existencia. Ese «Yo, pero ya no yo» es la fórmula de la existencia cristiana fundada en el Bautismo.

6. Bienaventu­rados cuando descubrimo­s al ser humano abierto a la trascenden­cia. Así lo vemos en todo lo que es, tanto en su interiorid­ad como en su exteriorid­ad, pues solamente en referencia a Dios puede responder a los interrogan­tes que agitan siempre su corazón.

7. Bienaventu­rados si participam­os en la construcci­ón de la paz y de la justicia en este mundo, eliminando tensiones y dificultad­es, dejándonos guiar por una visión de la persona no viciada por prejuicios ideológico­s y culturales, por intereses políticos y económicos que incitan al odio y la violencia. Hay que tener una visión antropológ­ica que elimine el germen de la contraposi­ción y de la violencia.

8. Bienaventu­rados cuando tenemos la valentía de recordar siempre lo que es el hombre y lo que es la humanidad, reconocien­do al ser humano en todas las etapas de su existencia, desde el inicio de la vida hasta su término, viendo que solo el amor de Dios puede cambiar desde dentro su existencia y la de toda la sociedad.

Os invito a meditar estas bienaventu­ranzas e incorporar­las a vuestra existencia.

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EFE / Brais Lorenzo

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