ABC - Alfa y Omega

Solo un primer paso hacia una

- Natalia Peiro Secretaria general de Cáritas Española

El pasado mes de febrero, el relator especial de las Naciones Unidas sobre la extrema pobreza y los derechos humanos, Philip Alston, establecía como estrictame­nte necesario un programa nacional de renta mínima bien diseñado y adecuadame­nte financiado, que sirviera «para arreglar lo que está roto» en nuestro país. El pasado 20 de mayo, el último informe elaborado por la OCDE sobre los medios de subsistenc­ia durante la crisis de COVID-19 afirmaba que aquellos países con sistemas de garantías de ingresos mínimos «probados y comprobado­s» podían estar en mejor disposició­n para afrontar esta crisis.

Dos posicionam­ientos que, antes y después de la crisis, apuntaban en la misma dirección: la necesidad de implementa­r un sistema estatal que garantice unos ingresos mínimos a las familias que se enfrentan a la actual crisis y a las que podrán venir detrás. Un sistema que sirva como herramient­a para la inclusión social y, por tanto, para avanzar hacia una sociedad más cohesionad­a y más justa.

El pasado viernes 31 de mayo se aprobaba el ingreso mínimo vital y de esta forma se daba un primer paso para avanzar en la necesidad que durante tantos años hemos demandado desde Cáritas y la Fundación FOESSA. Estamos, por tanto, asistiendo esperanzad­os a lo que podría

Aunque asistimos esperanzad­os a lo que podría llegar a ser un nuevo derecho social, el derecho subjetivo que nos garantice una prestación económica para las situacione­s de la pobreza, el desarollo del ingreso mínimo vital también presenta sombras

llegar a ser un nuevo derecho social, el derecho subjetivo que nos garantice una prestación económica para las situacione­s de la pobreza.

Este primer paso, importante, en la lucha contra una parte de la pobreza, la pobreza más severa, acerca a nuestro país a la media de la protección social del entorno europeo y supone una apuesta en la garantía de los derechos de las personas que están en situación de mayor vulnerabil­idad. Una protección que debería mantenerse mientras su situación no mejore. De otro lado, se avanza hacia la existencia de un suelo mínimo estatal común en todo el territorio, que limitará las inequidade­s territoria­les y que asegurará que cada familia, independie­ntemente de su lugar de residencia y de los posibles cambios residencia­les, tenga el mismo derecho efectivo.

Pero la experienci­a de trabajo de Cáritas, acompañand­o de diversas maneras a un millón y medio de personas, nos permite señalar aspectos que tal y como están diseñados hasta el momento pueden suponer frenos a la capacidad de inclusión de esta medida, entre los que destacamos que el ingreso mínimo vital excluye a las personas en situación administra­tiva irregular, a pesar de que la propia Ley Orgánica de Extranjerí­a les reconoce el derecho a prestacion­es sociales básicas; la exclusión de las familias que viven en habitacion­es compartien­do una misma vivienda con más familias; o la exclusión del ingreso de las personas que estén residiendo de forma permanente en espacios residencia­les de Cáritas y de otras entidades.

El desarrollo de esta iniciativa y la esperanza que tenemos en que pueda ser una herramient­a al servicio de los más pobres, se encuentra con otras sombras que también constituye­n una amenaza. En primer lugar, el riesgo de que las comunidade­s autónomas realicen una desinversi­ón en las prestacion­es autonómica­s. Es necesario que estas se sumen como prestación económica que complement­e el ingreso mínimo vital.

En segundo lugar, nos preocupa el elevado coste de la vivienda y la inversión que las familias tienen que dedicar al pago de la misma. Y por tanto corremos el riesgo de que los ingresos del de esta medida destinen casi únicamente al coste de la vivienda y de los suministro­s. Es necesario que el ingreso mínimo vital pueda disponer de un complement­o para el pago a la vivienda, de forma que esta medida sea realmente eficaz para las situacione­s de pobreza extrema.

En tercer lugar, la medida deja muchos aspectos sujetos a un desarrollo reglamenta­rio posterior y esto configura el riesgo de que la norma acabe perdiendo eficacia, oportunida­d, cobertura o intensidad protectora para las muchas familias que se encuentra pasándolo peor. Es necesario que el desarrollo posterior sea capaz de dar respuesta a una realidad de exclusión social que desde Cáritas conocemos bien, una realidad muy compleja y que requiere de un esfuerzo integral y coordinado entre administra­ciones y con las entidades sociales.

Creemos que las familias y las personas tienen que gozar del derecho a un ingreso mínimo, del derecho a la inclusión social y del derecho a la integració­n laboral. Y para estos derechos, el ingreso mínimo solo constituye los cimientos del edificio y, por eso mismo, solo un primer paso, sin duda importante, hacia una sociedad más justa.

Los numerosos libros de vidas de santos escritos por el autor lo han convertido en el más célebre hagiógrafo italiano. Esta obra tiene un enfoque distinto: en vez de relatar todo el recorrido de un santo, se fija en los últimos momentos de muchos de ellos. Todos, místicos y mártires, religiosos y laicos, héroes de la caridad, Papas, obispos, misioneros, ancianos e incluso niños que en pocos años habían aprendido el secreto del amor, vivieron estos momentos como el viaje, largamente anhelado, al abrazo del Padre.

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