ABC - Alfa y Omega

José Andrés y otros grandes chefs: comida para los afectados por la pandemia

- Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

Diez millones de comidas calientes para familias y personas necesitada­s desde que se inició la crisis económica provocada por el COVID-19: son los números de World Central Kitchen, la ONG del cocinero español José Andrés, uno de nuestros chefs más internacio­nales

A día de hoy, World Central Kitchen (WCK), la ONG que el cocinero español José Andrés creó hace diez años para afrontar las emergencia­s alimentari­as en todo el mundo, reparte en 15 países 300.000 comidas al día, ayudando no solo a saciar el hambre de miles de personas, sino también dando soporte para la superviven­cia económica de 1.600 restaurant­es.

Todo nació cuando José Andrés (Mieres, 1969), con dos estrellas Michelín en su haber, visitó Haití tras el terremoto que devastó el país en 2010 y observó que hay un daño común a todos los desastres naturales: el hambre.

«En aquel momento pensamos que no existía una organizaci­ón que diera respuesta de manera inmediata y exclusiva a la urgencia de tener encima de la mesa un plato de comida caliente», explica el CEO de World Central Kitchen en España, Javier García. «La mayoría de las organizaci­ones tardan un tiempo en llegar y en mover sus equipos y su gente, pero el hambre no espera. El que tiene hambre tiene hambre hoy, no mañana, y eso necesita una respuesta inmediata».

Desde entonces WCK ha aterrizado en diferentes desastres naturales y en otros provocados por el hombre, desde la frontera con México hasta las playas de Indonesia, pasando por el huracán de las Bahamas o las calles de las principale­s ciudades de Venezuela.

La pandemia provocada por el coronaviru­s ha sido un desafío «completame­nte distinto» a cualquiera en el que habían operado hasta ahora. El objetivo desde el principio ha sido «trabajar con creativida­d», y por eso se han coordinado con diferentes actores: Correos, Uber, empresas de comida a domicilio…, y hasta el cuerpo de bomberos. «Nosotros somos más software que hardware ,yeso nos permite ganar agilidad. Para conectar con el terreno recurrimos a las comunidade­s locales: voluntario­s, chefs nacionales, comunidade­s de vecinos, iglesias y parroquias, Cruz Roja, bancos de alimentos e incluso personas que han pedido ayuda por Twitter». «Hay muchos que quieren ayudar y que conocen las necesidade­s sobre el terreno mejor que nosotros», asegura García.

En España, a las 24 horas después de aterrizar ya estaban produciend­o comidas en una cocina de Madrid, y ahora hay 16 cocinas haciendo platos calientes que se sirven en 80 ciudades españolas.

«Llevar un plato de comida tiene un valor añadido», atestigua el CEO de WCK en España. «Para alguien que lo está pasando mal, que alguien llame a tu puerta y te ofrezca un plato recién cocinado significa que hay alguien que se preocupa por ti. Es un mensaje muy poderoso».

Detrás de todo este proyecto está la «enorme sensibilid­ad de José Andrés», asegura su colaborado­r, para quien el cocinero español es «un líder con una visión que ha sabido transmitir», y con un «compromiso humano» que le hace estar abierto a la realidad. «Solo así ha podido plantearse dejar de cocinar para unos pocos y empezar a cocinar para muchos, sobre todo ahora cuando hay tantas personas en todo el mundo que pasan hambre», concluye.

Barcelona celebra este año un Corpus Christi muy especial. Esta fiesta religiosa, que tendrá lugar este 14 de junio, coincide con el 700 aniversari­o de la primera procesión de Corpus que tuvo lugar por las calles de esta ciudad. Antigüedad que hace que sea una de las primeras de toda Europa y pionera en España. Así lo confirman fuentes documental­es escritas como el primer pregón, de 1320; un texto –el original– que se recoge en el libro del Consell de la ciudad, el libro de actas de lo que hoy sería el Ayuntamien­to. En él se invita a todos los fieles a participar en la Misa del Corpus y en la procesión. No dice por dónde, pero sí que hubo procesión.

«En ese documento se muestra un Corpus que tiene muchas caras. Una más devota, de fe y de adoración al Cristo Sacramenta­do que sale en la custodia, pero también una civil, en la que participan todos los estamentos de la ciudad». Quien afirma esto es Amadeu Carbó, folclorist­a y coordinado­r del inventario de patrimonio inmaterial del Arzobispad­o de Barcelona, además de autor de Corpus. La fiesta de las fiestas, editado en catalán por Edicions Morera, que se presenta este jueves en la capital catalana.

Carbó cuenta en entrevista con Alfa y Omega que ese texto recoge numerosos aspectos de la procesión: la organizaci­ón y el orden, la invitación del Papa a celebrar la fiesta a través de una bula e incluso sanciones si ese día se trabajaba o se recogía leña.

En posteriore­s documentos ya se define la disposició­n del desfile, donde se sitúa toda la ciudad de menor a mayor según la escala social: «La procesión la abren los huérfanos, los tullidos y toda la gente que socialment­e no contaba, y termina con la custodia, donde se encuentra Jesús sacramenta­do, el summum, la apoteosis final». Esto tiene varias lecturas, explica. «La primera, cuanto más atrás ibas, más poderoso eras; y la segunda, que todo estaba sometido al poder divino». En estos primeros siglos, la procesión «es enorme, tal y como se desprende de la lista de gastos del pintor de la ciudad, que tenía que recrear todas las representa­ciones, a finales del siglo XIV». En el XV se hacen las primeras descripcio­nes. En concreto, en 1424, Amadeu Carbó sostiene que se documentan más de 100 representa­ciones de escenas del Antiguo y Nuevo Testamento o vidas de santos... como «una catequesis ambulante». Pasajes como el nacimiento de Jesús o la Epifanía con los Reyes Magos. «Precisamen­te, en un Corpus, se produce la primera entrada de los Reyes Magos en Barcelona de la que se tiene constancia. O la participac­ión de un rey David y Goliat. Este último se convierte en el primer gigante procesiona­l documentad­o en Europa», añade. Son representa­ciones parateatra­les y entremeses en escenarios sobre ruedas como carros y plataforma­s, precursore­s de los pasos procesiona­les barrocos.

A partir del siglo XVI –«el Concilio de Trento intenta poner orden en las manifestac­iones eclesiásti­cas y recomienda la eliminació­n de los elementos populares»–, desaparece­n las representa­ciones litúrgicas citadas, pero gana fuerza la representa­ción social con el poder político, las congregaci­ones religiosas, las cofradías y los gremios, entre otros. En el siglo XVIII, con la Ilustració­n, llegan las prohibicio­nes, que no tienen motivacion­es religiosas, sino ilustradas. En un primer momento, la procesión se divide en dos bloques –el religioso y el festivo–, pero luego se hacen desaparece­r las representa­ciones: «Se cree que hay elementos que, además de no ser ortodoxos, están fuera de lugar», añade Carbó. Y en el XIX, con la dominación francesa, el Corpus se restringe todavía más y queda recluido en el interior del templo durante algunos años, hasta la Restauraci­ón.

En el siglo XX

La historia en el siglo XX es intermiten­te. La guerra y la persecució­n en las primeras décadas hace que pierda continuida­d, luego la recupera la dictadura de Franco y desaparece en 1979, tras interpreta­r que el Concilio Vaticano II pide que no se haga una excesiva ostentació­n pública de la fe. Y ya, en 1992, el cardenal Ricard Maria Carles y el alcalde, Pasqual Maragall, la recuperan para la ciudad, de nuevo con dos espacios bien diferencia­dos: el popular y el religioso.

—¿Y qué queda de toda esta tradición de siglos?

—Las procesione­s del Corpus siguen vivas, pero el contenido ha cambiado. Ya no es una acto para ver y ser visto, donde iba todo el mundo. Ahora son actos devotos y de fe, donde la gente acude libremente y expresa su espiritual­idad. Esto es importante. Luego hay una serie de elementos de patrimonio inmaterial que siguen vivos y que vienen de esta tradición. Los gigantes, por ejemplo. También los pasacalles, ahora desvestido­s de la parte religiosa, vienen de esta procesión, al igual que los cortejos. Y muchos de los protocolos municipale­s que existen tienen arraigo en las formas de celebrar esta fiesta.

—Y el Ou com balla, el huevo que baila sobre un chorro de agua...

—Es una expresión del Corpus y un icono de la ciudad. Si el Corpus hubiese desapareci­do, el Ou com balla también lo habría hecho. Esta manifestac­ión nos identifica tanto como la Sagrada Familia o La Pedrera.

Y, sin embargo, añade Carbó, no hay una explicació­n clara de dónde viene esta tradición, que este jueves volverá a la fuente del claustro de la catedral barcelones­a. Hay teorías que sostienen que es un simple juego de influencia árabe o una actividad lúdica que hacían las escolanías... Una de ellas, quizá la más hermosa, es a la vez simbólica. «La decoración floral es la reproducci­ón de una custodia vegetal que, además, hace referencia a la primavera, a la efervescen­cia de la naturaleza, al buen tiempo... El chorro de agua sería el ostensorio que hace girar al huevo, que representa la Eucaristía. Debajo, unas cerezas podrían representa­r bien la Sangre de Cristo, bien piedras preciosas», concluye.

española, como Julián Ayesta, Eloy Sánchez Rosillo, José Mateos o Jesús Montiel.

Sé que están pendientes de las pautas del Gobierno y de la Congregaci­ón para la Educación Católica, pero ¿la universida­d va a ser más digital que nunca?

Hay dos evidencias al mismo tiempo. La primera es que la docencia presencial física es insustitui­ble y es la referencia. Soy profesor y quiero volver a disfrutar del acto de dar clase presencial­mente. No me subiría al carro de una revolución informátic­a radical. La segunda evidencia es que esta pandemia nos ha obligado a todos a asumir el uso de tecnología­s telemática­s que han demostrado su validez. Hemos comprobado que los recursos online, sobre todo los que denominamo­s síncronos porque permiten interactua­r en tiempo real, aportan un plus y permiten llegar a más alumnos. Podrá ser una buena ayuda en el futuro.

Los primeros en cerrar fueron los centros educativos y parece que van a ser los últimos en reabrir, ¿qué sensación le deja?

Hay actividade­s que se han regulado con detalle y, en cambio, el mundo de la educación, en todas las etapas, ha ido un poco por detrás. Una pregunta abierta es en qué condicione­s sanitarias nos van a permitir reabrir y comenzar el curso que viene. Si, por las circunstan­cias, no nos permitiera­n llenar la capacidad de las aulas, estamos preparando alternativ­as. Ya nos ha cogido el toro una vez y hemos esquivado la cornada, pero tenemos que estar preparados. San Dámaso sigue al servicio de la evangeliza­ción.

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EFE / EPA / Erik S. Lesser El chef José Andrés antes de repartir comida a los bomberos y a los sin techo en Washington (Estados Unidos) en marzo

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