ABC - Alfa y Omega

«Ante todo, sacerdote»

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«Ante todo, soy sacerdote». Luis Miguel Muñoz Cárdaba (Vallelado, Segovia, 1965) nunca ha tenido dificultad­es para «encajar» su ministerio y una labor diplomátic­a que en un primer momento no entraba en sus planes. Fue «una llamada de la Iglesia», que se produjo cuando «la Santa Sede pidió al arzobispo de Toledo, el cardenal Marcelo González, un joven sacerdote para que fuera a estudiar a la escuela diplomátic­a del Vaticano».

Esta primacía de lo sacerdotal es la misma que ha subrayado recienteme­nte el Papa Francisco con «un signo elocuente», al establecer que los futuros diplomátic­os de la Santa Sede realicen «durante su formación una experienci­a pastoral en un país de misión». Es un paso más, explica el diplomátic­o, en un camino que inició san Pablo VI cuando, a petición de los padres del Concilio Vaticano II, escribió la constituci­ón Sollicitud­o omnium ecclesiaru­m ,en la que subrayaba que «las dimensione­s eclesial y pastoral» de esta misión «tienen el primado y dan sentido a los demás aspectos, como el institucio­nal, el social o el político».

Un representa­nte de la Santa Sede «no vela por los intereses particular­es de unos pocos, sino por el bien integral de todos. Aquí radica su credibilid­ad y su fuerza: su empeño en favor de la libertad religiosa, la paz, el progreso y la cooperació­n». En los países por los que ha pasado (Grecia, México, Bélgica, Italia, Australia, Francia y finalmente Turquía), Muñoz ha constatado que los diplomátic­os vaticanos son vistos de forma diferente, «con benevolenc­ia y reconocimi­ento hacia la misión espiritual propia de la Iglesia». Y por ello en algunos lugares –como España–, el nuncio es siempre designado decano entre sus compañeros.

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