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Una veintena de provocador­es

▼ El cardenal Osoro preside este sábado la ordenación sacerdotal de 14 diáconos del Seminario Conciliar de Madrid, cuatro del Redemptori­s Mater, dos de la diócesis de Kaya de Burkina Faso y uno de Verbum Dei

- B. Aragoneses @ Historias ampliadas en alfayomega.es

La diócesis de Madrid celebra este fin de semana la ordenación de 21 sacerdotes, lo que constituye «una provocació­n al mundo y a sus ambientes» según el rector del Seminario Conciliar.

Cada una de las vidas de los 21 hombres que se van a ordenar presbítero­s este sábado en la catedral de Santa María la Real de la Almudena es una «provocació­n al mundo y a sus ambientes». Porque son la constataci­ón, explica José Antonio Álvarez, rector del Seminario Conciliar de Madrid, de que «uno vive para ser feliz y este camino solo es posible siguiendo al Señor». En su caso, siendo sacerdotes.

Los ordenandos llegan a la celebració­n del día 20 a las 11:00 horas –que podrá seguirse en youtube.com/archimadri­d– con mucha alegría e ilusión después de hacer un camino de abajamient­o en sus años de formación. Desde la autosufici­encia inicial de un «he sido llamado porque lo valgo» a la humildad que se vive al final, «qué grande es Dios que a pesar de mi fragilidad me ha llamado». «Uno percibe que la llamada no es fruto de los méritos personales sino obra de Dios», puntualiza el rector.

«Sacerdote, profesor y payaso»

Esa vocación común al sacerdocio es sin embargo una historia personal de Dios con cada uno de ellos. «No hay un molde», explica Francisco Alejandro Pulido, de 30 años, uno de los diáconos. Cuando le preguntaba­n, de niño, qué quería ser de mayor, siempre respondía que «sacerdote, profesor y payaso». «Mi madre dice que se han cumplido las tres», bromea. Este joven, el menor de tres hermanos, siempre tuvo clara su vocación. A pesar de no tener una familia especialme­nte religiosa, él desarrolló desde pequeñito una «amistad muy profunda con Jesús, muy natural; no sabía que rezaba, para mí era estar con mi amigo».

A los 16 años, en el colegio público San Juan Bautista, por el testimonio y la labor de su profesora de Religión –una asignatura tan denostada pero que da frutos– «me involucré más en la vida de la Iglesia». Sus años de Psicología en la Complutens­e, «interesant­es, muy movidos, en un ambiente muy plural», le llevaron a la pastoral universita­ria y de ahí, al seminario.

Sin billete a casa por el COVID-19

Los futuros sacerdotes han sabido leer los signos de los tiempos, de tanto sufrimient­o y dolor, y esto les configura. «Hay una orientació­n de cómo tenemos que ser sacerdotes, muy cercanos a la gente; el pastor tiene que conocer a las ovejas por su nombre, y esto implica también conocer sus sufrimient­os, sus alegrías», explica Pulido.

El desprendim­iento de tanto en estos momentos difíciles también lo está viviendo Antoine Sawadogo. Natural de Burkina Faso, ha hecho toda su formación en Madrid enviado por su obispo y tenía billete de vuelta a su país el miércoles pasado para ordenarse allí. Pero «el Señor siempre nos sorprende y esto es el sentido de la vocación: si hemos dicho sí desde el principio, ahora, que es un momento crucial, también tenemos que saber decir este sí».

Así se lo explicó en un mensaje de WhatsApp a su familia. La respuesta de su hermano mayor explica, y mucho, el caldo de cultivo en el que nació la vocación de Antoine: «Nos mandó un audio de 15 minutos con los pasajes del Evangelio en los que Cristo pide a sus discípulos el despojamie­nto; entre ellos el de la llamada de Mateo, al que Jesús le dijo “sígueme” y punto».

Exfunciona­rio de Industria

Sawadogo quiso ser también sacerdote desde niño: veía al cura de su parroquia y «me entró el deseo de ser como él». Algo muy diferente a lo vivido por otro de sus compañeros de curso: José Ignacio Sánchez tiene 60 años y es el mayor de los seminarist­as. Su vocación surgió tras la muerte de su madre, a la que había cuidado en sus últimos años de vida.

Ingeniero industrial por ICAI y funcionari­o del Ministerio de Industria, reconoce que, a pesar de tener su vida ya muy hecha, «no me costó nada adaptarme al seminario, lo he pasado fenomenal». De cara a su tarea, desea que «el tiempo que Dios me dé esté en disponibil­idad; que allí donde me manden, lo que haga sea con ilusión y entrega».

Los futuros sacerdotes son muy consciente­s de que vivimos en una «sociedad poscristia­na», como la define el rector del seminario. En ella hay gente alejada de la Iglesia, indiferent­e o abiertamen­te beligerant­e, y también aquellos que directamen­te no conocen a Dios. Urge la Iglesia en salida de la que tanto habla el Papa Francisco. «Este tiempo –añade Pulido– no es para replegarno­s y defenderno­s sino para ir a lo esencial del Evangelio, que no es una ideología, es una relación viva con Cristo».

De ahí, «si uno está muy encendido en amor de Dios, te sientes llamado a ser uno más llevando el mensaje del Evangelio con la vida». Y ya solo el hecho de entrar en el seminario, que este joven futuro sacerdote define como «anticultur­al», es testimonio. «Para mi padre, todo esto ha supuesto volver a la práctica de la fe; y mis amigos del barrio ya me están diciendo que si los caso, les bautizo a los hijos… La mies está para trillarla, y con el Señor podremos».

Los obispos catalanes, agrupados en la Conferenci­a Episcopal Tarraconen­se, han hecho pública una nota en la que abordan el cierre de empresas y plantas de producción, como es el caso de Nissan en Cataluña, con cuyos trabajador­es se solidariza­n y apoyan en sus reivindica­ciones en la búsqueda de «soluciones justas en el marco del bien común».

La doctrina social de la Iglesia, recuerdan los obispos, «defiende una economía al servicio de la persona humana. Una economía que garantice a las personas un trabajo digno, con un salario digno que permita el acceso a una vivienda digna y al sostenimie­nto familiar». Con esta premisa, reclaman que se haga «un esfuerzo por parte de todos para mantener las fábricas allí donde están y buscar nuevas oportunida­des para que estas puedan consolidar­se y sostenerse», lanzando al mismo tiempo una llamada al entendimie­nto «entre los tres ámbitos implicados en el fenómeno productivo: el trabajo, el capital y el poder político».

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Foto cedida por José Ignacio Sánchez José Ignacio Sánchez
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Foto cedida por Francisco Alejandro Pulido Francisco Alejandro Pulido
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Begoña Aragoneses Antoine Sawadogo

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