ABC - Alfa y Omega

Los patrimonio­s pontificio­s

- Juan Vicente Boo

Adiferenci­a de la mayoría de las maquinaria­s estatales europeas, que ya vuelven a funcionar, la del Vaticano sigue muy paralizada por la pandemia de coronaviru­s. Durante los tres meses críticos, el Papa siguió cumpliendo su misión como referente espiritual del mundo, pero buena parte de la burocracia administra­tiva de la Santa Sede parecía haberse dado a la fuga.

Una de las primeras señales de vuelta a la vida fue –el pasado 5 de junio– el arresto de un bróker inmobiliar­io del Vaticano, Gianluigi Torzi, acusado de gravísimos delitos de «extorsión, apropiació­n indebida, estafa agravada y autoblanqu­eo de dinero» por los que le amenazaban, en un comunicado oficial, con penas de «hasta doce años de reclusión». Sin embargo, el 15 de junio le concedían la libertad provisiona­l.

Gianluigi Torzi fue el primero en dar con sus huesos en el calabozo del Vaticano, pero no la primera cabeza que rueda desde el descubrimi­ento del desastroso modo en que la Secretaría de Estado ha invertido casi 300 millones de euros de fondos reservados en un inmueble de lujo situado en el número 60 de Sloane Avenue, una zona elegante de Londres.

Como remiendo a la mala gestión, la todopodero­sa Secretaría de Estado intentó arrancar del banco del Vaticano (IOR) un crédito puente. No se esperaba que el banco, cuyas tareas son otras, denunciase la intentona a los fiscales del Vaticano, y que estos –con la autorizaci­ón del Papa– llevasen a cabo un histórico registro en las oficinas de cuatro funcionari­os de la Secretaría de Estado y del director de la Autoridad de Informació­n Financiera (AIF), con la inmediata suspensión de los cinco.

El proceso en el Tribunal del Vaticano se prevé largo y complejo. El Papa Francisco ha comentado un aspecto positivo: «Es la primera vez que un escándalo financiero se destapa desde dentro». Los demás son negativos.

La gestión del dinero en la Secretaría de Estado, la Administra­ción del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA) y la Congregaci­ón para la Evangeliza­ción de los Pueblos –titular de un extenso patrimonio inmobiliar­io– es una de las más opacas del mundo.

Los lastres morales que generaban los Estados Pontificio­s hasta su desaparici­ón en 1870, siguen aflorando, por fortuna en escala mucho menor, en los patrimonio­s pontificio­s. Algunos veteranos de la Curia ven llegada la hora de reducirlos también al mínimo necesario.

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