ABC - Alfa y Omega

Para no dejar a nadie a atrás

- Victoria Isabel Cardiel C. Roma

▼ Las personas que dependen de la asistencia externa para llenar la nevera han llegado en Italia hasta los 3,7 millones, un millón más que antes de la emergencia sanitaria. Además, «hay más de medio millón de personas que podrían perder su empleo en los próximos tres meses», señalan desde la Confederac­ión Nacional de la Pequeña y Mediana Empresa de la capital italiana. Ante esta situación, el Papa ha instituido un fondo para dar oxígeno «al amplio abanico de trabajador­es diarios y ocasionale­s», como Sophio, que trabaja por horas para sacar a su familia –en España y en Georgia– adelante

Sophio (Sofía) no pierde la sonrisa ni cuando explica que hace años que las cuentas no le salen. Anota en un viejo libreto cada euro que gasta como si fuera un estricto burócrata de Bruselas. Desde que salió de su país de origen, Georgia, en marzo de 2011, cada día ha sido un ejercicio de resistenci­a. Aprender el idioma. Encontrar trabajo. Pelear para que no le paguen en negro. Conseguir papeles.

En su caso vivir al día, sin poder ahorrar para las vacas flacas, es una obligación. 600 euros de alquiler para un pisito de dos habitacion­es en la incomunica­da periferia de Roma que comparte con sus cuñados. 150 para ayudar a su padre que vive en Georgia y recibe una pensión irrisoria con la que no le llega ni para comprar carne. Otros 350 para saldar la deuda con un banco al que pidieron un préstamo para poder sufragar los costes de la operación de cadera para su suegra. «De donde vengo los hospitales no son gratis. Ni tampoco las medicinas. Nadie te ayuda. Los sueldos son mínimos y la vida cuesta casi como aquí. Por eso somos muchos los georgianos que emigramos a Europa y mandamos dinero para sacar a flote a nuestros familiares», destaca con resignació­n.

Esta pandemia ha dado a su familia otra vuelta de tuerca difícil de soportar. «Mi marido lleva desde febrero sin trabajar como camionero en Francia. La empresa no nos dice cuándo volverán a activarse las rutas. Yo trabajo limpiando casas, pero no es suficiente». Muchos cancelaron su relación laboral con ella estos meses por miedo al contagio o porque ya no pueden permitírse­lo. «Nos va mal a todos, se está poniendo muy difícil la situación», explica. «He pasado muchas cosas, pero es la primera vez que me invade tanta confusión. Tengo miedo. He pensado incluso dejarlo todo y regresar a mi país. ¿Qué hago aquí si no puedo pagar el alquiler o sacar adelante a mi hija?», manifiesta, tras entregar a un viandante uno de los currículos que acaba de imprimir en la copistería del barrio.

Muy a su pesar, ella le pone rostro a la estadístic­a de los nuevos pobres. Personas que de la noche a la mañana han dejado de ser el eslabón más modesto de la sociedad para pasar a engrosar las filas de las que caen al vacío sin que una red les evite el golpe. «Toda mi familia depende ahora mismo de mí, que trabajo por horas. Siento mucha presión aquí», detalla mientras se señala el esternón. Pero casi sin dejar espacio para la compasión añade: «Aun así, me siento afortunada. Hay mucha gente que lo está pasando peor que yo. Tengo salud y una niña preciosa».

Italia ha entrado en una recesión histórica, con una

caída del PIB de entre 8 % y el 10 %, la peor desde la Segunda Guerra Mundial. Y la sangría de personas que han perdido su trabajo en todo el país no frena, a pesar del desconfina­miento. Según el sindicato agrícola Coldiretti, los que dependen de la asistencia externa para llenar la nevera llegaron hasta los 3,7 millones, un millón más que antes de la emergencia sanitaria.

El cerrojo de actividade­s comerciale­s y fábricas por la pandemia atizó una situación económica ya de por sí ahogada que hasta el momento se ha llevado por delante más de nueve millares de empresas solo en Roma. «Hay más de medio millón de personas que podrían perder su empleo en los próximos tres meses. Un tercio de las empresas se plantea si les conviene continuar funcionand­o. Y no solo por la falta de turistas. Muchos echan el cierre ante las trabas para acceder a los créditos bancarios o las ayudas del Gobierno, o por los retrasos del dinero de los ERTE», destaca Stefano Di Niola, secretario de la Confederac­ión Nacional de la Pequeña y Mediana Empresa de la capital italiana.

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Victoria Isabel Cardiel C. Sophio, en un momento de la entrevista
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