Un millón de euros para los empobrecidos por la pandemia
Detrás de cada empleo perdido o cada negocio que no volverá a alzar la persiana hay una persona a quien la incertidumbre del futuro más próximo oprime el pecho. Pensando en ellos, el Papa decidió instituir un fondo para dar oxígeno «al amplio abanico de trabajadores diarios y ocasionales, a los que cobran por hora o trabajan en prácticas, a los trabajadores domésticos, los autónomos…», según manifestó él mismo en una carta enviada al vicario general de la diócesis de Roma, el cardenal Angelo De Donatis. «Muchos son padres y madres de familia que luchan laboriosamente por poner la mesa para sus hijos y garantizarles el mínimo necesario», agregó. Francisco puso un millón de euros y colocó a Cáritas al frente. Un gesto que cumplió como obispo de Roma para que nadie en su diócesis se quede atrás. La organización católica tiene distribuidos por todo el territorio romano cerca de 90 centros de escucha donde recogen de primera mano las historias de sufrimiento de quienes temen no volver a tener ingresos. «Muchas veces los sujetos más frágiles se quedan fuera de las ayudas por falta de información. Por eso es importante llegar hasta ellos», señala el obispo auxiliar y delegado para la Pastoral de los Migrantes y la Caridad de Roma, monseñor Gianpiero Palmieri. Para acceder a las prestaciones del fondo llamado Jesús Obrero Divino, se deben cumplir estas condiciones: ingresar en casa menos de 600 euros al mes, estar domiciliado en el territorio de la diócesis de Roma y haber perdido el trabajo por la pandemia. Las familias admitidas recibirán una ayuda que va de 300 a 600 euros, dependiendo del grado de vulnerabilidad, durante tres meses. La subvención podrá ser renovada por un periodo total de seis meses en función de los activos del fondo al que también se ha unido el Ayuntamiento de Roma y la región del Lazio, con otro medio millón de euros respectivamente.
Este no es un paso aislado. A principios de abril el Papa instituyó otro fondo, que inauguró con una donación inicial de 750.000 dólares, para echar una mano a hospitales, escuelas, residencias de ancianos y otras instalaciones administradas por la Iglesia en países pobres afectados por el COVID-19.