ABC - Alfa y Omega

Dahabaye ya no podrá ser médico

▼ Entrecultu­ras pone el foco en los problemas de violencia y abandono escolar de los niños refugiados en el mundo, debido a la interrupci­ón de las clases por el COVID-19

- Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

«Cuando apareció el COVID-19 dejamos de ir a clase, simplement­e nos quedamos en casa confinados. Me siento mal porque no podemos estudiar y ni siquiera hablamos con nuestros profesores. Mi vida antes era ir a la escuela y jugar con mis amigos, pero ahora no se puede y estamos en casa sin hacer nada». La que habla es Dahabaye, una niña centroafri­cana refugiada en Yamena (Chad). Ella es también una de las víctimas colaterale­s de la pandemia, pero en su caso lo que está en juego es algo más que sus notas de final de curso.

En la rueda de prensa virtual que Entrecultu­ras organizó este miércoles con motivo del Día Mundial de las Personas Refugiadas, Dahabaye contó que donde vive «muchas personas son analfabeta­s», y que «las chicas sin acceso a la educación simplement­e hacen lo que ven hacer a los demás», mencionand­o los embarazos no deseados, los matrimonio­s precoces o el acoso sexual como problemas principale­s de las niñas de su edad.

Ella quiere escapar de eso y cree que «la educación es buena», porque «una chica que ha recibido educación piensa en las consecuenc­ias de todo lo que hace», y «los padres que tienen una buena educación no casan a sus hijas a esa edad. Son las chicas las que deben tomar las decisiones de su vida». Por eso, su mayor sueño es seguir estudiando para algún día convertirs­e en médico «y ayudar a la gente, y sobre todo a los pobres».

Sin embargo, los sueños de los niños y niñas refugiados de todo el mundo se han visto amenazados estos meses por el COVID-19. Para Rayhana Itani, coordinado­ra pedagógica del Servicio Jesuita a Refugiados del Líbano en Baalbek, el cierre de las escuelas está teniendo «mucho impacto» en la vida de estos niños.

Muchos de sus alumnos han tenido que comenzar a trabajar para ayudar económicam­ente a sus familias, y otros están sufriendo aislamient­o y ansiedad a causa de la pandemia. También echan de menos la comunicaci­ón personal con sus profesores y con sus amigos, y les faltan todo su contacto social y sus rutinas diarias estructura­das.

«Tampoco pueden acceder al desayuno y al almuerzo que normalment­e ofrecemos en la escuela del SJR», afirma Itani. Y el reto de hacer frente a los desafíos tecnológic­os –falta de wifi y de dispositiv­os tanto para familias como para profesores– es poco comparado con problemas como «el aumento de la violencia en el hogar, la posibilida­d de exponer a las niñas a matrimonio­s tempranos o el abandono escolar».

De ahí que Itani señale que «lo que más nos preocupa ahora es cuándo van a poder volver a la a la escuela, porque cuanto mayor es la interrupci­ón en la enseñanza mayor es la pérdida en el aprendizaj­e y mayores son los retos» a los que se enfrentan estos niños y sus familias.

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Entrecultu­ras Dahabaye, durante su intervenci­ón ayer en el encuentro de Entrecultu­ras
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