ABC - Alfa y Omega

La fe los guio en la guerra

Católicos en la Resistenci­a encabezada por el general De Gaulle ▼

- José María Ballester Esquivias

Ambos respondían a perfiles muy distintos: un militar, Honoré d’Estienne d’Orves, y un periodista, Maurice Schumann, que tendría, a partir de 1945, una notable carrera política. Ambos resistiero­n al invasor nazi con una excepciona­l valentía que no se hubiera producido sin una confianza absoluta en Dios y en la Iglesia

El 18 de junio de 1940, hace 80 años, Charles de Gaulle, el general más joven del Ejército francés hacía un llamamient­o a todos sus compatriot­as desde los estudios de la BBC en Londres para unirse en la lucha contra el invasor. «Francia ha perdido una batalla, pero no la guerra». Había nacido la Resistenci­a. Entre los primeros –más bien pocos– que oyeron el mensaje figuraba Maurice Schumann (1911-1998), un periodista cuya lucidez le impulsó a denunciar desde 1937 el peligro que suponía la Alemania nazi para la paz en Europa. Fiel a esa línea de pensamient­o, el 21 de junio Schumann ya estaba en Londres para ponerse a disposició­n de De Gaulle. Este le encargó la propaganda de la Francia Libre: durante cuatro años, mantuvo elevado el ánimo de sus compatriot­as que lograban escuchar la BBC, intervinie­ndo más de 1.000 veces en el programa Honneur et patrie. Esta frenética actividad propagandí­stica no fue óbice para que

Schumann, nacido judío, siguiese en Gran Bretaña un itinerario de conversión que había iniciado antes del conflicto: lo culminó en el otoño de 1942 al recibir el Bautismo en el oratorio de Birmingham, el mismo lugar donde residió el cardenal Newman. Schumann ya defendía con toda plenitud su tesis según la cual la Segunda Guerra Mundial se enmarcaba en la lucha de la civilizaci­ón cristiana frente al mal. «Su conversión fue un acto de total sinceridad», asegura a Alfa y Omega el exdiputado Christian Vanneste, uno de sus últimos confidente­s.

Honoré d’Estienne d’Orves (19021941) no pudo oír el llamamient­o de De Gaulle, pues cuando fue pronunciad­o el buque en el que estaba destinado se encontraba amarrado en Alejandría. Pero, en cuanto se enteró, no dudó en cruzar África para emprender una larga travesía por el Atlántico y presentars­e en Londres. De Gaulle empezó destinándo­le al Estado Mayor de las Fuerzas Navales de la Francia Libre; no tanto para permanecer en sus despachos como para preparar arriesgada­s incursione­s en la Francia ocupada. La primera –y única– tuvo lugar en diciembre de 1940, al desembarca­r en Bretaña a bordo de un pequeño barco pesquero. Logró llegar a Nantes para fundar la primera red de inteligenc­ia de la Resistenci­a interior. La hazaña fue crear otra en pleno París y sin ser descubiert­o, a principios de 1941. Poco después llegó el inicio de su tragedia: su compañero de armas, Alfred Gaessler, era agente doble y le traicionó propiciand­o su detención por parte de la Gestapo. Trasladado a Berlín y posteriorm­ente devuelto a París, un tribunal militar le condenó a muerte. Encarcelad­o en Fresnes, una intervenci­ón in extremis de las autoridade­s vichystas consiguió parar temporalme­nte su ejecución. Sin embargo, el asesinato de un agente de la Gestapo motivó el fusilamien­to de D’Estienne d’Orves y de dos otros resistente­s el 29 de agosto de 1941. Los meses que permaneció en Fresnes no fueron vanos, sobre todo desde el punto de vista espiritual. Católico convencido y padre de familia numerosa, rezaba el rosario a diario, leía a santo Tomás, a san Agustín y a Charles Péguy. Antes de pasar por el pelotón de ejecución, dijo al capellán de Fresnes: «Pido a Dios que dé a Francia y a Alemania una paz justa y que nuestros gobernante­s reserven a Dios el lugar que le correspond­e».

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Charles de Gaulle en el micrófono de la BBC en Londres

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