ABC - Alfa y Omega

Millones de árboles para que el Sahel tenga futuro

▼ Un objetivo común une a diversas ONG, la Unión Africana y entidades de Iglesia como la Fundación Juan Pablo II para el Sahel o Cáritas: frenar el avance del desierto plantando árboles en África

- María Martínez López

Goo, en Burkina Faso, y Abulu, en Ghana, lucen un poco más verdes que hace tres años gracias al joven Julius Awaregya Atudeko y su ONG, ORGIIS, dedicada a la conservaci­ón de los bosques y, así, a combatir la pobreza. Cuando el joven les ofreció su proyecto, los líderes locales «lo asumieron enseguida» porque «habían visto con sus propios ojos la pérdida de árboles»: al reducirse las lluvias, además de morirse algunos, otros eran cortados por la población para ser vendidos como leña y expandir sus campos, en un intento de compensar las pérdidas agrícolas.

ORGIIS trabaja para frenar este proceso formando a grupos de mujeres y ayudándola­s a obtener beneficios económicos de los árboles de la zona. Cuando las comunidade­s «descubren el valor de lo que tienen, quieren protegerlo. Entonces las animamos a plantar más»; no solo aquellos que les van a reportar ganancias, sino también otros que aumenten la biodiversi­dad y ayuden a conservar el paisaje. Cada año, logran que 28.000 nuevos retoños enriquezca­n a 58 comunidade­s de Ghana y Burkina Faso.

«Una cuestión de superviven­cia»

Reverdecer el norte del África subsaharia­na es una prioridad para el continente. De hecho, la Unión Africana adoptó en 2007 el proyecto Gran Muralla Verde, nacido dos años antes con el objetivo de plantar árboles de costa a costa del Sahel (la franja de transición entre el desierto y la sabana). También la Iglesia participa en este proyecto, que ya se ha completado en un 15 %. La Fundación Juan Pablo II para el Sahel, nacida en 1984, ultima su adhesión al movimiento, pero en 36 años ha plantado ya un millón de árboles en el Sahel occidental.

En palabras de su secretario general, el padre Prosper Kiema, «es una cuestión de superviven­cia», pues la pérdida de la cubierta vegetal y el empobrecim­iento del suelo llevan al hambre, a conflictos entre agricultor­es y ganaderos, al éxodo a las grandes ciudades y, por último, a la emigración. «Frenar el avance del desierto es asegurar el futuro de millones de personas», afirma.

Pone como ejemplo el karité, cuyos frutos producen un aceite muy nutritivo que sirve tanto para alimentar a las familias como para venderlo para fabricar cosméticos. Estos árboles, además, dan otros frutos: a partir de los cinco años, a su alrededor «se desarrolla­n matorrales y otras plantas y aparece vida animal», se retiene más lluvia y mejora la producción agrícola y de forraje, ofreciendo a los habitantes «medios para ganarse la vida» y permanecer en su tierra.

Ahora, la fundación afronta su reto más ambicioso: plantar siete millones de árboles en los próximos años. La financiaci­ón corre a cuenta de Vivienne Harr, una joven estadounid­ense de solo 16 años que ha puesto en marcha el proyecto Laudato Tree (juego de palabras entre Laudato si y árbol en inglés). La fundación aportará su experienci­a y sus contactos con 400 parroquias, y con 43 Cáritas diocesanas de nueve países que ya han ejecutado proyectos similares. Los fondos empezarán a distribuir­se a finales de julio, y en noviembre se evaluará una primera fase de 100.000 árboles.

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© Benedicte Kurzen / NOOR para la FAO Mujeres de Senegal preparan retoños para plantarlos en la Gran Muralla Verde

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