La labor de Cáritas
personas han hecho cuarentena en uno de sus centros. más podrán hacerlo en los 175 refugios cedidos a ACNUR. pozos, 64 aseos y 166 letrinas reparados y limpiados. personas informadas por distintas vías (visitas, mensajes al móvil, colaboración con líderes comunitarios e imanes…). refugiados contratados para ayudar con la concienciación, y 65 voluntarios rohinyá y 20 locales formados. familias locales reciben ayuda económica.
el «grave impacto en el bienestar físico y psicológico» que causa la elevada concentración de personas. También están esforzándose por ampliar un incipiente proyecto para combatir la violencia contra la mujer, que se ha duplicado durante la pandemia.
Los desafíos no faltan. Y, desde hace un tiempo, existe otro. En enero, Cáritas empezó a colaborar con los líderes y los imanes también para intentar evitar que los refugiados sucumban al canto de sirena de los traficantes que les ofrecen escapar del hormiguero de Cox’s Bazar, con sus escasas perspectivas laborales y educativas, hacia una nueva vida en Malasia. El fenómeno no es nuevo, pero al cerrar los países vecinos sus fronteras por la pandemia ha adquirido tintes mucho más dramáticos, con noticias como la muerte de docenas de personas en abril a bordo de un barco que tuvo que volver a Bangladés con cientos más al borde de la inanición; la devolución desde Malasia de 269 rohinyás hace dos semanas, o los elevados rescates que en las últimas semanas están pidiendo los traficantes a las familias de 300 personas, atrapadas en el mar desde febrero.