El plan del Gobierno: una isla sometida a ciclones
«Si los refugiados tuvieran libertad de movimiento y acceso adecuado a alimentación, sanidad, educación y formas de ganarse la vida, tal vez no seguirían adelante con un viaje tan peligroso» como intentar llegar a Malasia por mar, subraya Shiba Mary, portavoz de Cáritas Bangladés. Pero hacia cualquier lugar donde miren, su futuro es oscuro. Sigue siendo inviable su regreso a Myanmar, pues «no ha tenido ningún impacto visible» la hoja de ruta diseñada en 2017 por una comisión liderada por el ex secretario general de la ONU Kofi Annan, para solucionar la persecución étnica y religiosa de la que huyeron.
«Hace falta planificar a largo plazo su integración con el resto de la población. Pero esta es una cuestión muy sensible políticamente» para el Gobierno, reconoce Mary, debido a los crecientes problemas de seguridad en la zona y a la presión interna para zanjar el problema. A falta de un plan con amplitud de miras, las autoridades han optado por implantar «estrictas medidas de seguridad en los campos e intentar trasladar a algunos de los refugiados a una isla, Bhasan Char», a 60 kilómetros de la costa. Más que islas, los chars son superficies planas emergentes formadas con sedimentos en el golfo de Bengala, inestables y muy vulnerables a los ciclones. A pesar de ello y de las críticas de los líderes rohinyá y de organizaciones de derechos humanos, el Gobierno seguía adelante a finales de 2019 con la construcción en Bhasan de alojamientos para instalar allí, sin fecha prevista, a 100.000 refugiados.