ABC - Alfa y Omega

Cuatro décadas de cooperació­n

En España se puede vivir libremente el propio credo, algo que, lamentable­mente, no ocurre en otros lugares del mundo. No desandemos lo andado

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La Constituci­ón de 1978 recoge «la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidade­s» sin más límite que «el mantenimie­nto del orden público», al tiempo que fija que «ninguna confesión tendrá carácter estatal» y que los poderes públicos mantendrán «relaciones de cooperació­n con la Iglesia católica y las demás confesione­s». España se constituye así en un Estado aconfesion­al en el que el hecho religioso no queda reducido a la esfera privada, sino que se protege también en sus dimensione­s pública y colectiva.

A fin de desarrolla­r el marco de esta laicidad positiva –usando una expresión del Tribunal Constituci­onal– y las relaciones de cooperació­n con las distintas religiones, el 5 de julio de 1980 se promulgó la Ley Orgánica de Libertad Religiosa. Como recuerda en Alfa y Omega Eugenio Nasarre, entonces director general de Asuntos Religiosos, «la voluntad no fue otra que servir a la concordia religiosa y civil de los españoles» y políticos de todos los colores «confluyero­n en este noble propósito».

Tras la aprobación del texto, a los Acuerdos firmados entre España y el Vaticano en 1979 se sumaron los acuerdos con las confesione­s de «notorio arraigo en España» –evangélico­s, judíos y musulmanes– de 1992 y el reconocimi­ento legal de otras entidades religiosas previa inscripció­n en el registro. Gracias a ello, en España se ha podido y se puede vivir libremente el propio credo, algo que, lamentable­mente, no ocurre en otros lugares del mundo.

En estos meses de pandemia ha salido a relucir de nuevo la importanci­a de que la Administra­ción mantenga relaciones de cooperació­n con las distintas religiones y no relegue la fe al ámbito privado. Más allá de la necesaria colaboraci­ón en labores caritativa­s, en línea con la que se da con otras organizaci­ones de la sociedad civil, son muchos los que han tenido asistencia religiosa en momentos duros en el hospital, muchos los que han recibido digna sepultura conforme a sus creencias y muchos los que ahora despiden a sus seres queridos con funerales públicos… Sería bueno que algunos se pararan a pensar en ello antes de reclamar que se desande lo andado en estas cuatro décadas.

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