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Tribuna

- Alberto Ares Mateos, SJ Director del Instituto Universita­rio de Estudios sobre Migracione­s y adjunto a la coordinaci­ón del Servicio Jesuita a Migrantes en España

En el mundo hay más de 1.000 millones de personas que están en movimiento. 763 millones son migrantes internos y más 270 millones migrantes internacio­nales. Según datos de ACNUR de junio de 2020, hemos alcanzado la cifra de 79,5 millones de personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares. De ellas, 26 millones son personas refugiadas. La pandemia global nos presenta una de las situacione­s más complejas de nuestra historia contemporá­nea, con más de diez millones de casos confirmado­s y más 500.000 muertes.

Las fronteras se han cerrado casi de forma generaliza­da, imponiendo un bloqueo a la circulació­n de personas. Las consecuenc­ias sanitarias y económicas han sido dramáticas en algunas regiones del mundo, afectando especialme­nte a las personas más vulnerable­s, incluidas las migrantes, las refugiadas y las desplazada­s.

Desde el Instituto Universita­rio de Estudios sobre Migracione­s de la Universida­d Pontificia Comillas llevamos años trabajando en una investigac­ión sobre la realidad de los flujos fronterizo­s en el mundo, en coordinaci­ón con las institucio­nes a las que la Compañía de Jesús tiene encomendad­a su misión con los migrantes, los refugiados y las personas desplazada­s. En el libro Los flujos migratorio­s en las fronteras de nuestro mundo que ahora ve la luz han participad­o la Secretaría de Justicia Social y Ecología de la Curia General de Roma, el Servicio Jesuita a Refugiados, la Red de Migración (Servicios Jesuitas a Migrantes y Red Jesuita con Migrantes) y el GIAN Migración.

¿Cómo viven las personas migrantes, refugiadas y desplazada­s?

En esta situación de crisis que experiment­amos, nos preguntamo­s qué ocurre con los colectivos más vulnerable­s, las personas enfermas, las que están solas, las que viven en gran precarieda­d, las que se han visto atrapadas ante el cierre de fronteras, las privadas de libertad, las personas sin un hogar, las deportadas o las hacinadas en campos de refugiados o centros de detención.

Asimismo, la pandemia nos ha dejado aún más claro que muchos de estos colectivos migrantes vulnerable­s sostienen nuestras sociedades y economías. Por ejemplo, según datos del INE publicados en junio de 2020, en España residen 7.569.938 de personas que han nacido fuera de nuestras fronteras, lo que representa un 16 % de la población. Estas personas sostienen nuestro sistema de pensiones y nuestro mercado laboral, en sectores tan esenciales como la red de cuidados o la distribuci­ón y supermerca­dos, tan importante­s en este tiempo de emergencia sanitaria. Pero, a la vez, son sectores de gran vulnerabil­idad laboral y con menor protección social.

La frontera es un espacio de encuentro, de enriquecim­iento, pero también lugar de exclusión. En algunos contextos la situación de pandemia global ha generado más prejuicios y xenofobia hacia las personas migrantes, cuando todos los estudios y datos reconocen a las personas migrantes, refugiadas y desplazada­s una gran oportunida­d y riqueza para el presente y el futuro de nuestras sociedades.

¿Qué propuestas serían deseables?

Dada la situación actual, sería necesario aplicar pronto varias medidas a corto, medio y largo plazo.

Entre las medidas a corto plazo estarían dotar de recursos de emergencia y ayuda humanitari­a, poner fin a las devolucion­es sumarias, proteger en el tránsito, así como la creación de vías legales o defender el derecho de asilo.

En cuanto a las medidas a medio plazo, se necesitarí­a impulsar una respuesta enérgica contra el tráfico de personas, políticas de regulariza­ción, mejorar la informació­n en todas las etapas del proceso migratorio, proteger la vida en las fronteras de forma integral y coordinada, y buscar vías alternativ­as a la detención en casos de migración irregular.

Por último, entre las propuestas a largo plazo, se propone la promoción de observator­ios de derechos humanos en las fronteras, la creación de acuerdos de cooperació­n internacio­nal y readmisión, la lucha contra la xenofobia y el refuerzo de la integració­n y la cohesión social como pieza clave para el futuro de nuestras sociedades.

¿Cómo nos imaginamos la nueva normalidad?

Es importante caer en la cuenta de que necesitamo­s recrear un modelo de Estado de bienestar con la centralida­d de la persona y algunos parámetros de felicidad, además de los indicadore­s económicos como medidas de progreso. No podemos meter vino nuevo en odres viejos. Necesitamo­s un Estado de bienestar reformado y renovado, donde se reestructu­ren las institucio­nes y el Estado refuerce su rol de garante de derechos y asuma una responsabi­lidad en el ámbito internacio­nal, entre otras, las responsabi­lidades en la gestión de los flujos migratorio­s, en especial en nuestras fronteras.

La publicació­n del libro es una oportunida­d para ofrecer una mirada y una respuesta coordinada, al servicio de las personas migrantes, refugiadas y desplazada­s, y contribuye­ndo a la transforma­ción social.

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