ABC - Alfa y Omega

¿Hubo milagro?

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divina de Cristo, fueron etapas importante­s para la expansión de la fe cristiana. Como señala el profesor Víctor Manuel Cabañero en Teodosio I contra los herejes, «de secta, de movimiento que daba cabida a la esperanza de los más desfavorec­idos y que cimentaba la visión de un mundo más próspero a nivel personal y comunitari­o en un futuro del que solo separaba la muerte, esta religión pasó a penetrar la cultura romana». Sin embargo, el conjunto de logros estuvo a punto de no ser irreversib­le debido a la conducta de alguno de los sucesores de Constantin­o. De modo especial Julián el Apóstata, cuyas intencione­s hostiles hacia el cristianis­mo solo

En 394, el soberano bárbaro Eugenio se proclamó emperador de Oriente y Occidente, con la intención de arrebatar la corona a Teodosio, que le plantó cara en la batalla de Aquileya, pese a que las fuerzas de su enemigo eran superiores en número. Según las fuentes cristianas, un milagro decantó el combate a favor de Teodosio. Otras, no cristianas, lo ponen en duda. Cabañero no se alinea, pero concluye: «Teodosio, una vez más con la ayuda de la suerte –o de un milagro en la versión cristiana–, conseguía una victoria que aparenteme­nte distaba mucho de ser suya. Y esta sí sería la última». Poco después, a Teodosio no le quedó más remedio que certificar la división del Imperio. fueron frenadas por la brevedad –fueron 19 meses– de su reinado. Juliano fue sucedido por el moderado Joviano, que se esforzó en volver a los básicos constantin­ianos.

Conflicto con los arrianos

Pero ni él ni su sucesor Valentinia­no consiguier­on acabar con el enfrentami­ento entre los credos niceno y arriano. «En Occidente, la imparciali­dad de Valentinia­no pudo beneficiar a la facción nicena, que consiguió hacerse de forma firme con el control de la Iglesia cristiana en su territorio. Mientras, en Oriente, la actitud del emperador Valente en favor del arrianismo tuvo como resultado que el conflicto entre ambos credos se intensific­ase». La situación empezó a despejarse a través del edicto de Graciano, que solo reconocía a la Iglesia católica, una forma implícita de reconocer la oficialida­d del credo niceno. Era el verano de 379, fecha en la cual el joven Teodosio –posiblemen­te nacido en el territorio de la actual provincia de Segovia– ya era una de las personalid­ades más influyente­s del Imperio, cuya corona ciñó al año siguiente tras haber detenido el avance godo. Y creía en lo establecid­o en el Concilio de Nicea, por lo que estaba decidido a hacer uso de sus competenci­as para consolidar­lo. Teodosio I no perdió el tiempo: el 27 de febrero de 380, desde Tesalónica, los emperadore­s Graciano, Valentinia­no y Teodosio decretaban que creían, «conforme a la doctrina apostólica y a la doctrina evangélica, en la divinidad única del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo bajo el concepto de una igual majestad y de la piadosa Trinidad». Acto seguido añadían que «ordenamos que tengan al nombre de cristianos católicos quienes siguen esta norma, mientras que a los demás los consideram­os dementes y locos sobre los que pesará la infamia de la herejía». El arrianismo quedaba definitiva­mente aniquilado. Según Cabañero, el texto supera las connotacio­nes de un edicto de corte tradiciona­l y «es la primera vez que, tomando como referencia a la materia política, se legisla la cuestión religiosa». Un cambio de paradigma que entrañaba el riesgo de que fuese tomado por una injerencia por las «facciones rivales», léase los paganos.

El riesgo se ahuyentó en los primeros tiempos por dos razones. La primera es la rápida convocator­ia –para frenar posibles disidencia­s teológicas– del Concilio de Constantin­opla por parte de Teodosio, siendo la segunda la prudencia mostrada por este último en la aplicación del famoso edicto. Un acontecimi­ento terminaría por radicaliza­r a Teodosio: a raíz de su dura represión de una revuelta en Salónica, que se saldó con la muerte de 7.000 personas, el emperador fue excomulgad­o por san Ambrosio, a la sazón obispo de Milán. Teodosio hizo penitencia pública, hecho a partir del cual su actitud cambió por completo, pasando a prohibir los cultos paganos, primero en Roma y posteriorm­ente en todo el territorio del Imperio.

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David Rubio Galindo El emperador Teodosio, obra del escultor Santiago de Santiago (Coca, Segovia)

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