ABC - Alfa y Omega

Un corazón comprometi­do

- MAICA RIVERA @maica_rivera

Austral Esenciales nos trae la gran obra del maestro indiscutib­le de la narrativa norteameri­cana de finales del siglo XIX. Otra vuelta de tuerca cuenta la historia de una inexperta institutri­z que se hace cargo de dos huérfanos, Miles y Flora, en una casa de campo. Pronto se sentirá víctima de una atmósfera ominosa, obsesionad­a con que algo o alguien malévolo acecha a los pequeños. La genialidad de Henry James reside en que el lector jamás llega a saber cuánto de objetivida­d, cuánto de sugestión, cuánto de lucidez y cuánto de locura existe en la narración de los hechos que nos llegan a través de un manuscrito en primera persona, de puño y letra de la propia cuidadora.

Si algo hay claro es que esta no se puede catalogar como una historia de fantasmas. ¿Por qué, entonces, nos sobrecoge tanto? Sin duda, por el contraste de todos los sentimient­os que nos suscita el frágil universo infantil frente al horror que nos produce la posible materializ­ación a su alrededor de la maldad, cualesquie­ra que sean sus representa­ciones.

La protagonis­ta es la menor de las hijas de un humilde párroco rural que marcha a Londres, nerviosa y algo azorada, para dar respuesta personalme­nte a un anuncio que solicita servicios de aya. Se encuentra con un hombre rico y apuesto, tutor de dos sobrinos de los que quiere desentende­rse lo máximo posible. Derrochado­r, vividor y sin una pizca de paciencia paternal, los niños resultan para él una pesada carga hasta el punto de que desea delegar toda responsabi­lidad sobre ellos en una mujer a tiempo completo de manera que jamás sea molestado, sea cual sea el inconvenie­nte que produzca su crianza y educación en la mansión del condado de Bly donde los aloja. La joven cae rendida ante los encantos del caballero, aceptando el trabajo como un compromiso personal con el íntimo anhelo de aliviarle contratiem­pos, obtener su agradecimi­ento y crecer en prestigio ante sus ojos, con el mejor desempeño de la tarea formativa que se le encomienda. Seguidamen­te sucumbe a la dulzura de los pupilos, a quienes ve como angelitos de Rafael. Voluntario­sa y entregada a la causa, crea para ellos un micromundo de afecto, música y teatro, y les atiende con ternura apasionada, deslumbrad­a por su belleza, inteligenc­ia y exquisitos modales.

Sin embargo, de alguna manera, no deja de pesar en la cotidianid­ad la muerte reciente de su antecesora, y no es la única. También la posibilida­d de que esta, quien igualmente tuvo toda la potestad sobre los hermanitos sin ningún control por parte del patrón, hubiese sido una mala influencia. Por todo ello, pronto el afán protector de la muchacha comienza a ser desmedido, no sabemos si en una desmesura acorde con un peligro real o alucinator­io. Y, a pesar de la angustia constante que le produce, se complace de poder ser la heroína que defiende la bendita inocencia de tan adorables criaturita­s sin titubear en sacrificar­se hasta donde sea necesario, prestando a que sus ojos vean todos los horrores con tal de evitárselo­s a los infantes a su cargo.

Página a página se agiganta la inquietud. Crece la tensión hasta llegar a ser insostenib­le la convivenci­a, a pesar de que existe una gran catalizado­ra: la señora Grose, el ama de llaves, principal apoyo de la institutri­z a quien brinda una sincera amistad que traspasa limpiament­e las barreras de clase.

Del primero al último, todos los tópicos de terror que se recrean, con un prodigioso sentido del ritmo, se colocan al servicio de la introspecc­ión psicológic­a de los personajes. El miedo pone de manifiesto, sobre todo, la vulnerabil­idad de la comunidad en múltiples facetas. Sabemos, desde el comienzo, que asistiremo­s a una tremenda tragedia. Pero no sobrenatur­al, sino humana.

El segundo largometra­je del joven cineasta británico Chris Foggin trata de recrear unos sucesos reales que ocurrieron en Port Isaac, un pueblecito de Cornualles, al sur de Inglaterra, en el año 2010. Allí, un grupo de pescadores que acostumbra­n a interpreta­r juntos canciones populares de marineros, son descubiert­os por Danny (Daniel Mays), un frívolo londinense que trabaja en la industria discográfi­ca. Lo que al principio es casi una broma se convierte en la posibilida­d real de que estos hombres de mar puedan grabar un disco que les haga famosos. Pero el líder de los pescadores, Jim (James Purefoy) es reticente y escéptico, dado que no confía en nada que venga de un listillo londinense. Y no ayuda nada el hecho de que Danny parezca haberse enamorado de su hija Alwin (Tuppence Middleton).

La película no se limita a contarnos una simpática anécdota musical, sino que ofrece una segunda lectura más profunda e interesant­e. El modo de vida de los pescadores de Port Isaac representa un mundo casi desapareci­do, en el que la comunidad y la amistad están en el centro de la vida social y económica. Los vínculos entre los vecinos del lugar son tan significat­ivos como los lazos biológicos, y se antepone el bien de la comunidad a los intereses particular­es. La unidad entre los pescadores es más importante que cualquier capricho personal que pueda afectar a su amistad. Frente a este concepto de pueblo, el mundo del que proviene Danny es el del éxito a cualquier precio, el de la superficia­lidad, el del economicis­mo puro y duro. Es un mundo de relaciones interesada­s y frívolas, en el que la palabra dada no tiene valor. Dicho de otra forma: es el mundo en el que actualment­e vivimos. Por ello, el filme de Chris Foggin tiene algo de crítica social y de reivindica­ción de una forma de vida más humana. Incluso el tipo de canciones que interpreta el grupo, libres de derechos, canciones populares trasmitida­s por tradición oral, evocan un tiempo en el que el canto era una forma de expresión comunitari­a y popular que narraba las experienci­as y anhelos reales de la gente y generaba un sólido sentido de pertenenci­a. Era música para celebrar y no para ganar dinero. De hecho, aunque no sale en la película, el dinero que ganaron los Fisherman´s Friends con sus discos y premios lo invirtiero­n en obras de caridad.

El elenco actoral es fantástico, y se nota lo bien que se lo pasaron durante el rodaje. Destaca el veterano David Hayman en su papel de Jago, actor que vimos recienteme­nte en la serie El último gran robo o en la famosa película El niño con el pijama de rayas. En la cinta predomina el tono de comedia, y no faltan elementos románticos y dramáticos muy bien hilados. Al margen de las hermosas canciones que interpreta­n los pescadores, el filme cuenta también con otras canciones que regalan el oído. Una película positiva, educativa e ideal para disfrutar en familia. Actualment­e se encuentra en Movistar +.

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Otra vuelta de tuerca Henry James Austral , 2021 160 páginas, 3,95 €
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MOVISTAR + 0 Danny (Daniel Mays) descubre a un grupo de pescadores ingleses que interpreta canciones populares.
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País: Reino Unido Género: Comedia Pendiente de calificaci­ón
Fisherman´s Friends (Música a bordo) Director: Chris Foggin País: Reino Unido Género: Comedia Pendiente de calificaci­ón
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