ABC - Alfa y Omega

«Creo en Jesucristo. Sé que esto significa la cruz y quiero seguirla»

- María Martínez López / @missymml Madrid

El 4 de enero de 2011, cuando el gobernador de Punyab (Pakistán), Salman Taseer, fue asesinado en Islamabad, el ministro para los Asuntos de las Minorías, Shahbaz Bhatti, acompañaba a su padre en un hospital de la misma ciudad. «Oímos la noticia y de repente me di cuenta de que Shahbaz había desapareci­do», narra para Alfa y Omega su hermano Paul. Tras buscarlo infructuos­amente, «media hora después salió en la televisión dando una rueda de prensa».

Su amigo Taseer acababa de morir a manos de su guardaespa­ldas por defender a Asia Bibi, condenada a muerte al amparo de la ley antiblasfe­mia. «Él sabía que también estaba en el punto de mira». Pero no se escondió. Esa misma tarde fue a su parroquia a pedir en Misa por Taseer, musulmán. Pocos días después, él mismo dio la mala noticia a Bibi. Ordenó que la aislaran por su seguridad y le aseguró que iba a proteger a su marido e hijas. «No estás sola y serás liberada, estoy convencido», le dijo con dulzura a la aterrada campesina cristiana.

Continuar esta lucha «fue uno de los actos más valientes» que su hermano Paul recuerda. Y el punto final de su sentencia de muerte. Shahbaz Bhatti fue asesinado el 2 de marzo del mismo año por un miembro del Movimiento de los Talibanes Pakistaníe­s. Una década después, y pasados cinco años desde la apertura de su causa de beatificac­ión, esta está estancada. El obispo de Islamabad-Rawalpindi Rufin Anthony, quien le dio impulso en 2016, murió repentinam­ente ese mismo año. Y su sucesor, Joseph Arshad, no parece muy interesado por que siga adelante.

La diócesis no ha respondido a las preguntas de este semanario, y Bhatti no conoce los motivos de su reticencia. Aunque la ley antiblasfe­mia y la persecució­n a los cristianos siguen siendo cuestiones muy sensibles en el país, «la situación está mucho más controlada que cuando Shahbaz era ministro». Entre los 2.000 testimonio­s que recogió Paul para su causa hay, junto a políticos internacio­nales y personalid­ades de la Iglesia, pakistaníe­s hindúes y musulmanes. «No creo que su beatificac­ión pudiera ser un problema», asegura.

Una decisión a los 13 años

Aunque de momento no parezca cercana la proclamaci­ón de su martirio, quienes le conocieron están convencido­s de que la muerte de Bhatti fue el broche final de una vida entregada por defender a los cristianos y otras minorías. Una opción que el joven Shahbaz tomó a la edad de 13 años. Acompañand­o como monaguillo a un sacerdote en sus visitas a las aldeas, conoció las condicione­s de vida de otros cristianos, ciudadanos de segunda de facto. Y un Viernes Santo «sintió la inspiració­n de entregar su vida siguiendo» el ejemplo de Cristo.

En 1985, siendo un universita­rio de tan solo 17 años, fundó el Frente de Liberación Cristiana, que en 2002 se transformó en la Alianza de Todas las Minorías de Pakistán. Además de implicarse en casos particular­es de discrimina­ción, Bhatti luchó para acabar con que los carnets de identidad señalaran la religión y contra un intento de implantar la sharia. Quería que se celebraran las fiestas de todas las minorías y que tuvieran escaños reservados en el Parlamento. Los testimonio­s que Paul ha recogido narran «cómo dedicó toda su vida a mejorar» las condicione­s de vida de los grupos más marginados. Asimismo, no dudaba en ayudar a los musulmanes si conocía casos de necesidad. De hecho, organizaba encuentros interrelig­iosos con invitados de todo el mundo para «hablar y poner fin al odio».

Contó entre sus íntimos amigos con musulmanes como el imán de la Gran Mezquita de Lahore. Pero desde muy joven se acostumbró también a las amenazas de los radicales. Su hermano Paul lo recuerda levantándo­se antes del amanecer para coger fuerzas en la oración. «Creo en Jesucristo que sacrificó su vida por nosotros; yo sé que esto significa la cruz, y yo quiero seguir esta cruz», afirmaba en un testamento que grabó en vídeo. Por eso, aunque «nuestros padres no hacían más que presionarl­e para que se casara y llevara una vida normal», un día le confesó «que no podía formar una familia» y que estuviera siempre en peligro, o no poder apenas verla por sus continuos desplazami­entos.

Se cumplen diez años del asesinato de Salman Taseer y Shahbaz Bhatti. Musulmán y cristiano, unieron fuerzas por Asia Bibi. Pero la causa de beatificac­ión del segundo parece estancada

Peleas de hermanos

«Durante muchos años me opuse» a su trabajo, confiesa Paul. Intentó convencerl­e de que se uniera a él en Europa. Llegaron a intercambi­arse palabras fuertes. Shahbaz siempre respondía que «estaba siguiendo a Cristo y que qué testimonio daría si se rendía». Es más, contraatac­aba pidiendo a su hermano que volviera a Pakistán y se uniera a su labor. Tuvo que morir para que este aceptara tomarle el relevo.

«Nunca quiso nada para sí mismo». De hecho, durante mucho tiempo rechazó los cargos que le ofrecían desde el Partido Popular de Pakistán, del que formaba parte. Intentaba, en cambio, que sus colaborado­res ocuparan escaños. Solo para constatar con frustració­n, una y otra vez, que «no estaban suficiente­mente preparados y no lograban cambiar las leyes». Solo por eso aceptó en 2008 el ofrecimien­to del primer ministro Yousaf Raza Gillani de hacerse cargo del recién creado Ministerio para los Asuntos de las Minorías, en el que «podía hacer mucho bien no solo a favor de las minorías, sino de todo el país».

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CNS 0 Shahbaz Bhatti muestra la cruz quemada en el ataque a una iglesia, en 2005.

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