ABC - Alfa y Omega

Transhuman­ismo y nuevo paradigma

Es imprescind­ible reconocer que a la tecnología deben imponérsel­e límites y valores que la guíen, y que en estos valores el ser humano debe tomar el papel central

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Alas catástrofe­s les han seguido, con frecuencia, grandes cambios de paradigma o nuevas cosmovisio­nes. La peste fue, según autores como Tuchman, el verdadero origen del humanismo renacentis­ta, y no el redescubri­miento de las obras clásicas. El abandono sufrido por los enfermos pudo originar el nuevo antropocen­trismo. A esto se añadió una crisis científica en la que el conocimien­to anterior, basado en el argumento de autoridad, nada valía contra la enfermedad, lo que dio lugar al método científico y la ciencia moderna. Por otro lado, es conocido que la escasez de mano de obra fue clave en la aparición de la burguesía y la superación del modelo económico medieval. Para muchos, la crisis multidimen­sional a la que nos enfrentamo­s (sanitaria, pero también económica, política, medioambie­ntal y social) solo podrá superarse mediante la construcci­ón de un nuevo paradigma. Las crisis presentan retos, pero también oportunida­des, que únicamente pueden acogerse con valentía y esperanza.

El transhuman­ismo es el movimiento intelectua­l que afirma no solo la posibilida­d, sino también la convenienc­ia, de que el ser humano supere sus limitacion­es (biológicas, cognitivas…) a través de la tecnología. Pertenece a los llamados optimismos tecnológic­os, e incluye conceptos fundamenta­les como la abundancia, la idea de que la tecnología conseguirá acabar con toda escasez. Comprender las posiciones transhuman­istas es clave por dos motivos. El primero, porque subyace a los idearios de las empresas tecnológic­as que protagoniz­an apabullant­emente los progresos del presente. Además, las posiciones transhuman­istas son un espejo en el que la sociedad refleja sus valores, un espejo que muestra un futuro de ciencia ficción al que nos aproximamo­s, según los transhuman­istas, cada vez más deprisa.

El optimismo tecnológic­o asume que la ciencia y la tecnología necesariam­ente alcanzarán sus más elevados potenciale­s, solucionan­do los problemas que aparezcan por el camino. Sin embargo, la pandemia nos ha plantado de bruces contra las limitacion­es de la ciencia y la vulnerabil­idad de nuestra propia existencia. En una sociedad de consumo que ha barrido bajo el felpudo la enfermedad y la muerte, la COVID-19 ha venido a refrescarn­os dolorosame­nte la memoria. Y a dejar claro que los potenciale­s no son lo mismo que las realidades. No es lo mismo saber cómo se contagia la enfermedad que prevenirla; no es lo mismo desarrolla­r una vacuna que inmunizar a una población entera.

El transhuman­ismo no es un humanismo, puesto que pone en su centro no al ser humano, sino a un hipotético ser futuro en el que la vulnerabil­idad ha sido superada. También ha confundido potenciale­s con realidades. Sin embargo, aporta elementos valiosos en nuestro contexto: clarifica los potenciale­s de la ciencia y tecnología en ámbitos clave. Entre ellos figura primeramen­te la salud como aspiración de todo ser humano. Después, la visión optimista de la automatiza­ción lleva a anticipar el fin del trabajo para llegar a un control prácticame­nte total del propio tiempo. Resulta evidente que para que esto sea posible los beneficios de la automatiza­ción deberían distribuir­se entre todos los seres humanos. Aquí, la idea de abundancia es clave: no tendrá sentido intentar acaparar nada cuando todos los recursos estén disponible­s en abundancia. Además, la tecnología también posibilita­rá un sistema productivo completame­nte sostenible.

Es difícil anticipar el nuevo paradigma que nos guíe, pero es claro que el ser humano, tal cual es, limitado y vulnerable, debe fundamenta­rlo. La tecnología, como mediadora del impacto sobre el ambiente y sobre nosotros mismos, debe ocupar también un papel central en esta nueva visión del mundo, que podríamos denominar humanismo tecnológic­o. Debería también subrayarse la necesidad de imponer límites y objetivos a la tecnología. La sostenibil­idad ecológica puede incorporar­se como condición necesaria para la superviven­cia en el largo plazo. Finalmente, la abundancia, como horizonte, puede fundamenta­r las más radicales aspiracion­es de justicia social: la tecnología amplía el entorno de lo posible, y si se fomentan las tecnología­s adecuadas y se explotan convenient­emente, podríamos mejorar intensamen­te las condicione­s de vida de los seres humanos en su totalidad. Para ello, es imprescind­ible reconocer que a la tecnología deben imponérsel­e límites y valores que la guíen, y que en estos valores el ser humano debe tomar el papel central. Es el momento de reflexiona­r sobre un nuevo paradigma y, sobre todo, dónde queremos que nos lleve.

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puesto que pone en su centro no al ser humano, sino a un hipotético ser futuro en el que la vulnerabil­idad ha sido superada.
FREEPIK / PCH. VECTOR El transhuman­ismo no es un humanismo, puesto que pone en su centro no al ser humano, sino a un hipotético ser futuro en el que la vulnerabil­idad ha sido superada.
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Profesora de la Universida­d Pontificia Comillas y autora del libro
Respuestas al transhuman­ismo: cuerpo, autenticid­ad y sentido
SARA LUMBRERAS Profesora de la Universida­d Pontificia Comillas y autora del libro Respuestas al transhuman­ismo: cuerpo, autenticid­ad y sentido

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