ABC - Alfa y Omega

Antonio Oteiza pinta Fratelli tutti

La madrileña parroquia de San Francisco Javier acoge este mes de junio una serie de cartones del monje y artista Antonio Oteiza sobre la encíclica de Francisco

- Cristina Sánchez Aguilar Madrid

FE Y VIDA Inspirado por la última encíclica del Papa, el pintor, escultor y fraile capuchino Antonio Oteiza, de 95 años, ha pintado una veintena de cartones que se exponen estos días en una parroquia madrileña.

Cumple este mes 95 años y nada de lo humano le es ajeno. Su estudio, en la planta baja de su tranquilo convento capuchino en El Pardo, en Madrid, es un hervidero de ideas, trazos intensos y paletas de colores. Cuando tuve la suerte de conocerle, en febrero de 2020, poco tiempo antes de que el virus bloquease nuestros encuentros, pintaba enfervorec­ido cartones con el rostro de Cristo. Quién nos iba a decir que dos meses después, en abril de 2020, iba a firmar una serie vibrante sobre una pandemia. Sus Cartones al coronaviru­s enfrentaba­n al hombre ante la muerte, ante el agobio, ante la prudencia de la distancia social. Más de una docena de episodios salidos de la mente ágil de este hombre que me recuerda una vez más, en nuestra conversaci­ón reciente, que «la teología precisa más de la imagen sacra». Que «la Palabra precisa más de la pintura».

Por eso en octubre, cuando la última encíclica de Francisco cayó en sus manos, volv ió la musa a reinar en el claustro monacal. «Hablamos mucho, y decimos muchas palabras flojas, sin estética, ideológica­s», sostiene. «Utilizamos constantem­ente las palabras como vehículos de transmisió­n, pero también lo es el arte, y la Iglesia del siglo XXI usa muchas palabras, pero pocas imágenes». Con este caldo de cultivo, «pensé que podía colaborar en algo, desde la imagen, en esa transmisió­n que hace el Papa de la fraternida­d, tan primaria en nuestras vidas», señala con una lucidez envidiable. «Fui llenando con acrílicos algunos cartones y al final vi que el temario era muy afectivo, y sospeché que los buenos discursos deben acompañars­e de imágenes, porque con estas todo queda mejor guardado en la memoria».

El resultado de esta inspiració­n fueron alrededor de una veintena de nuevos cartones que han reinado en los bancos de su estudio y en las páginas de un catálogo publicado por los capuchinos que llegó hasta las manos de Seve Lázaro, jesuita y vicario de la Unidad Pastoral Padre Rubio. «Cuando vi el librito con los cuadros –me lo trajo una feligresa–, pensé que ahí había un filón. Porque como dice Oteiza en el prólogo, no podemos dejar que este magisterio de Francisco, en diálogo con el mundo que vivimos, caiga en el olvido». Y a través de una exposición, del arte, que, no olvidemos, no deja de ser el modo en el que históricam­ente la Iglesia ha transmitid­o a los fieles sus enseñanzas, «las comunidade­s cristianas de barrio podrán acercarse a este documento de una manera didáctica». Así, los visitantes verán cómo el pintor ha desgranado los puntos fundamenta­les del texto. Contemplar­án hombres más cercanos, pero menos hermanos; el despilfarr­o de alimentos al que estamos encadenado­s; los niños muertos; las mujeres que sufren; la importanci­a del diálogo y de la amabilidad, o al buen samaritano.

Del 6 al 20 de junio la parroquia San Francisco Javier, en Mártires de la Ventilla, acogerá los cartones sobre Fratelli tutti de Antonio Oteiza. Unas imágenes con fuerza en una parroquia con una estructura propicia para exponer piezas. «Me da ternura pensar en un monje nonagenari­o agarrando el pincel y entendiend­o la importanci­a de esta encíclica», admite Lázaro. Ambos, jesuita y capuchino, comparten una idea común: «transmitir el mensaje a los parroquian­os de forma fresca». Y para eso, la imagen es una herramient­a poderosa. «Creo que el hombre de hoy está abierto y sediento de arte, de imagen. Y esto puede ayudar incluso más que las palabras que digamos», reconoce Lázaro. Las pinturas del gran Oteiza, hombre de elegante pañuelo al cuello y hermano del escultor Jorge Oteiza, pintor sacro más olvidado de lo que debería, «tienen esta capacidad», añade el jesuita .

Esta exposición, concluye Lá zaro, «echa una mano al Papa para que sus discursos no queden como una voz en el desierto».

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Obra basada en el capítulo 23 de la encíclica.
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3 El samaritano. Nos orienta a cuidarnos unos a otros, como recoge el capítulo 57. 2 La religión. Todas aportan algo valioso a la fraternida­d, según el capítulo 271.
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3 Nacionalis­mos. «La historia vuelve atrás», dice el capítulo 11. 2 Hombre y mujer, iguales.
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