Un canto a la creación literaria
Nos llega una curiosa coproducción entre Canadá e Irlanda. Esta cinta de Philippe Falardeau –de cuya gran película Profesor Lahzar hablamos en su día– es una adaptación de la novela autobiográfica de Joanna Rakoff My Salinger year (2014). Se trata de la experiencia que Joanna –muy bien interpretada por Margaret Qualley– vivió como asistente de Margaret, la agente literaria de J. D. Salinger ( El guardián entre el centeno), encarnada por Sigourney Weaver. Su trabajo principal consistía en leer las innumerables cartas que llegaban a la agencia dirigidas a Salinger, al que jamás remitían para protegerle de sus admiradores. Pero a Joanna no le parecía justo ignorar los deseos, sueños e inquietudes de tantas personas a las que la lectura de El guardián entre el centeno les había provocado hondamente. Y tenía la tentación de contestarles por su cuenta.
Como no podía ser de otra manera, la obra en su conjunto es un canto a la creación literaria en muchas de sus facetas: los aspirantes a escritores, los maestros, los editores, las revistas literarias, los agentes… y lo hace sin subrayados negativos, poniendo siempre de relieve la belleza humana de la literatura.
La película tiene una estructura dramática que recuerda a El diablo viste de Prada, por su polaridad entre el idealismo espontáneo de la joven recién contratada y la veterana jefa que ha sucumbido al escepticismo y que ya no espera nada nuevo en la vida. Y también, como aquella cinta, los personajes están rodeados de interesantes secundarios que van enriqueciendo un abanico de humanidad. Pero su gran diferencia son los toques de realismo mágico y poético del actual filme.
Por otra parte, toda la película es un homenaje a la ciudad de Nueva York, al lado sofisticado y elitista de la urbe, con sus grandes restaurantes, sus intelectuales y sus lujosos escaparates, al estilo de Desayuno con diamantes, a la que se homenajea explícitamente en un momento determinado.
En definitiva, Sueños de una escritora en Nueva York es una película que, sin descubrir el Mediterráneo, resulta agradable, interesante, e incluso instructiva.