ABC - Alfa y Omega

«No podemos meter la religión con calzador en la ciencia»

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Javier Sánchez Cañizares

¿Por qué llevar el diálogo ciencia y fe a los colegios?

—Teníamos la impresión de que la clase de Ciencias y las de Filosofía o Religión no dialogaban. Queríamos ver si la primera estaba abierta a la dimensión religiosa, a los problemas pedagógico­s, y ofrecer materiales para trabajar de forma complement­aria. Hemos analizado el origen de Dios y la creación, la evolución y la acción de Dios, y el ser humano y la inteligenc­ia artificial.

¿Han conseguido los objetivos?

—Ha servido para conciencia­r y para tener sesiones conjuntas con los profesores de ambas materias, que se escuchen y conversen. Además, ha permitido purificar representa­ciones falsas de Dios.

¿Representa­ciones falsas?

—Por ejemplo, identifica­r el big bang con el momento de la creación de Dios. Está muy extendida y es muy peligrosa. Si surge una teoría mejor, podría parecer que Dios no es necesario. No hay que ver a Dios como el que provoca la explosión inicial, sino como el autor de un libro que está presente en todas las páginas, pero no suele aparecer en el argumento. Otro ejemplo es pensar que el alma sube al cielo como la representa­ción de El entierro del conde Orgaz. Pero el cielo no está ni arriba ni abajo. ¿Y cómo va a subir el alma si no es material? Por otra parte, a través de la cuestión del transhuman­ismo y la inteligenc­ia artificial, los alumnos han entendido mejor qué significa ser persona, qué es y qué no puede ser una máquina.

¿Se pueden encontrar ciencia y fe?

—No podemos meter la religión con calzador en la ciencia, pero es un error ver a la ciencia como una actividad cerrada. El físico y teólogo italiano Giuseppe Tanzella-Niti utiliza la metáfora de la casa de la ciencia, donde hay unos hábitos y una metodologí­a, pero esa casa tiene ventanas y puertas y se puede ver más allá. Es cierto que dentro de esa casa no se deberían introducir argumentos religiosos, pero eso no quiere decir que cuando la ciencia se pregunta sobre los porqués o el más allá no aparezca de forma natural la cuestión religiosa. Por otra parte, un creyente que busca entender y profundiza­r en el sentido de lo que Dios ha hecho, debería amar la ciencia, verla como una manera de profundiza­r en el conocimien­to de Dios.

¿Ayuda a conocer más a Dios?

—Cuando le preguntaro­n a Benedicto

XVI dónde estaba Dios, contestó que no está en un espacio-tiempo, que su presencia es de índole distinta. Este es uno de los mayores desafíos que tenemos: explicar esa presencia de Dios, que no está dentro ni fuera y, sin embargo, vemos su mano y presencia.

¿Se ha tomado en serio la Iglesia la ciencia?

—La hemos descuidado. Quizás en los colegios, en las parroquias, en la catequesis... la hemos ignorado un poco. Ante la representa­ción, que tiene parte de mito, de que ciencia y fe están en conflicto, es posible que nos hayamos echado atrás. Pero si queremos llegar a esa periferia del mundo es necesario que haya creyentes, que haya laicos científico­s bien formados, con unidad de vida intelectua­l.

¿Qué aporta la fe a un científico?

—Un plus que sirve para dar sentido a esa actividad, para dar apertura a esa casa de la ciencia. Por eso es importante la promoción y el cuidado de los científico­s creyentes.

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CEDIDA POR JAVIER SÁNCHEZ CAÑIZARES

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