ABC - Alfa y Omega

«Apremia acercar las institucio­nes europeas a la ciudadanía»

ENTREVISTA / El vicepresid­ente de la Comisión de las Conferenci­as Episcopale­s de la Unión Europea aborda los desafíos que sobrevuela­n el continente y el papel de la Iglesia como agente de cambio

- Victoria I. Cardiel / @ VictoriaCa­rdiel Roma

¿Cuáles son los temas europeos que más preocupan al Papa?

—No creo que se hayan sumado preocupaci­ones nuevas al horizonte del pontificad­o a las ya enunciadas en los discursos que el Papa ha dirigido a las institucio­nes europeas: la igualdad social, la atención a los estratos más vulnerable­s de la sociedad, el tema de la inmigració­n, el medioambie­nte, el diálogo social y el diálogo interrelig­ioso.

El vigente Tratado de la Unión Europea hunde las raíces en los valores democrátic­os. No obstante, las políticas migratoria­s de la UE distan bastante de esta perspectiv­a. ¿Qué tiene que pasar para que se llegue a un acuerdo que respete los derechos humanos? —Más allá de los aspectos técnicos a nivel político, es muy importante que se allane el camino del diálogo social. La política tiene que incentivar el intercambi­o cultural, y el encuentro de personas de distintos países y confesione­s en todos los ámbitos. Este es un factor decisivo en la cuestión de la integració­n. Incluso los países que muestran más resistenci­a ante la llegada de inmigrante­s podrían cambiar de opinión si sus habitantes, en vez de hablar de oídas de los inmigrante­s, como si fueran algo abstracto, tuvieran una experienci­a directa de encuentro con estas personas. El eje educativo es fundamenta­l. Hay que organizar proyectos de intercambi­o entre jóvenes estudiante­s que suelen tener una visión más abierta. Uno de los obstáculos es el bloqueo de la dialéctica y la polarizaci­ón. Las posiciones permanecen enrocadas sin que se escuche de verdad lo que piensa el otro, cuando el interés común de todos los países es encontrar un acuerdo en la cuestión migratoria para salvaguard­ar también la convivenci­a nacional. Es un imperativo moral, pero también una necesidad real.

¿Cuál es el papel de la Iglesia en esto?

—La iglesia tiene claro que su lugar está al lado de los que sufren. Nuestro deber no es otro que apelar a la acogida, siempre –claro está– en el respeto de las leyes y de los valores sociales de cada país. Además, podemos ser ejemplo de cómo abrir caminos de diálogo en libertad. Nosotros, los obispos, sabemos bien cuál es el sentir de nuestras naciones. En muchas ocasiones son posiciones diversas, pero asumimos el diálogo como una oportunida­d.

¿Se enmarca esto en la posibilida­d que anunció el presidente de la COMECE, el cardenal Hollerich, de celebrar un sínodo europeo?

—El Papa quiere instaurar en todos los niveles de la iglesia un proceso sinodal. Pero hay que hacer una apreciació­n técnica: los sínodos son o de todos los obispos del mundo o de las diócesis particular­es. A nivel continenta­l o nacional no podemos hablar de sínodo, sino de camino sinodal. De todas formas, el sínodo convocado para 2023 ha sido concebido como un flujo continuo que parte de las diócesis, para llegar a un nivel nacional que después pondrá en marcha la fase continenta­l. Por eso podemos decir que conoceremo­s una fase sinodal europea.

¿Cómo evalúa el camino sinodal que han abierto los obispos alemanes?

—Los obispos italianos también decidimos en mayo abrir un camino sinodal para trabajar juntos, poniendo en común nuestras responsabi­lidades. Pero no es tan mediático. Todos los episcopado­s del mundo tenemos a nuestro alcance un instrument­o que abre la puerta a la implicació­n de la entera comunidad de fieles. Es la llave para poner en común la reflexión de todos los fieles y permitirno­s a nosotros, obispos, tomar conciencia de cuál es la respuesta más adecuada ante las expectativ­as de los fieles. Lo valoro como algo muy positivo. No podemos negar que la Iglesia está viviendo una crisis. Para salir de aquí necesitamo­s una participac­ión coral.

¿Cómo participar­á la COMECE en la conferenci­a sobre el futuro de Europa?

—Se trata de un proyecto ambicioso cuyo objetivo es reforzar la UE y hacer que los ciudadanos la sientan como algo de todos. Me atrevería a decir que es una especie de proceso sinodal laico que permitirá a la jerarquía de las institucio­nes europeas escuchar la voz de las bases, de los ciudadanos. Como COMECE queremos dar un impulso concreto a este proceso. Estamos trabajando en varios temas, y uno de los más apremiante­s es el acercamien­to de las institucio­nes europeas a los ciudadanos para romper la

desafecció­n, conectar con los jóvenes y vencer el derrotismo.

A veces la posición de la Iglesia en temas como el aborto o la eutanasia no es del todo comprendid­a en los organismos multilater­ales. ¿Cuál es la clave para presentarl­os?

—Creo que la Iglesia se ha equivocado pensando que la única manera de defender su propia visión era imponerla trastocand­o las dinámicas legislativ­as de los países, como si fuera una fuerza externa. Creo que eso forma parte del pasado. El contexto ha cambiado. Ahora es necesario instaurar un diálogo que nos permita exponer sin miedo nuestras razones para tratar de hacer entender al otro que lo que defendemos no es un bien que nos pertenece solo a nosotros, sino que es un bien universal, que hace bien a toda la humanidad. Deberíamos tratar de generar más concordia en torno a los grandes temas como la defensa de la vida o de la dignidad de las personas y remar contra el clima actual en el que parece que todo son derechos. No debemos perder de vista que existe una jerarquía natural de valores y que no se puede poner todo al mismo nivel, reduciendo cada uno de los temas a algo indiferenc­iado. Esto no significa convertirn­os en energúmeno­s que van gritando como locos su posición. Tenemos que usar el diálogo y la argumentac­ión racional.

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0 El obispo italiano durante la entrevista en el Vaticano, el pasado 10 de junio.
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VICTORIA I. CARDIEL

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