«Una generación de jóvenes no sabe nada del terrorismo»
En las seis últimas décadas, el terrorismo ha acabado con la vida de 1.453 personas en España. Rosario de la Torre, viuda de Luis Portero, asesinado por ETA, lamenta que muchos jóvenes desconocen esta historia de dolor. Varias iniciativas quieren remediarlo.
El 27 de junio de 1960 dio comienzo en San Sebastián un fenómeno que ha configurado la historia de nuestro país, desde la esfera política hasta la vida cotidiana de nuestras calles. Ese día, en la estación de tren de Amara, el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL) hizo estallar una bomba que se llevó la vida de la niña Begoña Urroz, de 22 meses de edad. Esa fue la fecha elegida por el Congreso de los Diputados para establecer el Día de Homenaje a las Víctimas del Terrorismo, porque, desde entonces, los explosivos y las balas han matado a 1.453 personas en España a manos de los terroristas de ETA, del yihadismo y de otros grupos violentos.
Para Rogelio Alonso, director del Máster en Análisis y Prevención del Terrorismo de la Universidad Rey Juan Carlos y autor de La derrota del vencedor, el terrorismo «no es en absoluto un capítulo cerrado de nuestra historia», puesto que los muertos, los heridos y las víctimas «simplemente no caducan». «El terrorismo tiene implicaciones humanas, políticas y sociales, incluso económicas, que siguen afectando a la sociedad española en su conjunto, y a la vasca y navarra en particular», prosigue Alonso, para el que el País Vasco y Navarra son precisamente los lugares «donde el terrorismo de ETA ha alterado más el tejido político y social».
En este sentido, afirma que la violencia etarra es «la que más ha atacado a nuestra Constitución», y, aunque «no ha conseguido los objetivos con los que fantaseaban» sus miembros, «desgraciadamente sí ha logrado condicionar la vida de cientos de personas, hasta el punto de influir en la democracia a través del miedo y la coacción». Así, para este experto en terrorismo en España, «el nacionalismo sigue imponiendo su hegemonía lograda en parte al rentabilizar el terrorismo sobre los no nacionalistas».
Cientos de crímenes sin juzgar
Testigo de ello es Rosario de la Torre, viuda de Luis Portero, el que fue el primer fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, asesinado por ETA de dos tiros en la espalda el 9 de octubre del año 2000. De la Torre atestigua que «durante muchos años las víctimas de ETA hemos sido invisibles». «En especial, durante los llamados años de plomo, políticos y empresarios, e incluso muchos sacerdotes, callaban», pero lo peor es que «hoy existe una generación entera de jóvenes que no sabe nada de esto». «Es como si se hubiese querido silenciar el terrorismo, como si fuera conveniente para determinados políticos, cuando es algo que debería estudiarse en los libros de historia. Ha habido suficientes años de dolor y de lágrimas como para que todos los españoles debamos conocer lo que pasó», asevera.
Lo confirma Rogelio Alonso: «Ni la sociedad ni el Estado español han estado a la altura de las víctimas», pues el final del terrorismo de ETA «se sustenta hoy en una peligrosa impunidad política, moral y social», en la que «los testaferros de ETA están legalizados y hay cientos de crímenes que siguen sin ser juzgados. Muchos en nuestro país carecen de valor para enfrentarse al pasado del terrorismo nacionalista y a sus consecuencias en el presente. Por eso se ocultan los numerosos déficits de un final del terrorismo como este, sustentado en tanta impunidad».
«Las v íctimas pedimos el sometimiento de la Administración y de la política a la ley, solo eso», añade Rosario de la Torre, para la que el problema de fondo «es el relato. Las víctimas pedi
60 años después del primer atentado terrorista en España, las víctimas piden que cesen el relato blanqueado, la impunidad y el olvido
mos un relato auténtico de lo que pasó, no blanqueado. Que partidos legales como Bildu todavía no hayan condenado el terrorismo y que negocien con el Gobierno para repartirse el poder, para las víctimas es algo humillante e intolerable».
Perdonar, «cada vez más fácil»
A nivel social, las víctimas del terrorismo constituyen un auténtico patrimonio moral, memoria viva de una forma de afrontar el mal que sigue suscitando la admiración de muchos.
Por ejemplo, gracias a Esther Sáez, víctima de los atentados del 11 de marzo de 2004, muchos jóvenes pueden ver de cerca una realidad que desconocían. Sáez es voluntaria del Plan de Lucha contra la Radicalización Violenta del Ministerio del Interior. Durante estos años ha dado charlas en cárceles, institutos y universidades, dando a conocer lo que pasó y cómo afronta su vida desde entonces.
«Muchos de los chicos a los que hablo ni siquiera habían nacido el 11M, y se quedan alucinados cuando les cuento lo del atentado. Al terminar, muchos lloran», cuenta Sáez, «y muchos se acercan después para contarme su vida». «Esto me ha permitido conocer las heridas tan grandes que tienen. No me extraña que luego haya algunos que queden seducidos por terrorismo, porque tienen el corazón apaleado desde su infancia, desde su propia historia familiar».
Con esta sensibilidad, habla de «un perdón absoluto» hacia los que cometieron el atentado que le ha provocado ya 13 operaciones: «Cuanto más sigues a Cristo hasta la cruz, más fácil te resulta perdonar. Para mí no es un mandato, yo los miro así. Ojalá vayan al cielo, independientemente de lo que hayan hecho, y que mis heridas sirvan para salvar a estos hermanos míos».