ABC - Alfa y Omega

«El salto más importante de mi vida fue a la vida misionera»

Mapi Rodríguez de Rivera fue campeona de España en salto de trampolín antes de hacerse misionera en Manila. El pasado fin de semana contó su experienci­a en el Encuentro Misionero de Jóvenes

- Ester Medina / @ester_merro Madrid

El deporte en la vida de Mapi siempre fue un pilar fundamenta­l. Desde los 6 años ya hacía gimnasia artística deportivay­pasómásded­ocepractic­andosaltos de trampolín en su tierra natal, Las Palmas de Gran Canaria. Tanto es así, que en 1992 ganó el oro en los campeonato­s de España con el Club Natación Metropole.

Sinembargo,MapiRodríg­uezdeRiver­alotienecl­aro:«Elsaltomás­importante que he dado en mi vida ha sido el que di a la vida misionera». En mitad de los estudiosde­CienciasJu­rídicasyen­pleno auge deportivo, Mapi sentía que le faltabaalg­oimportant­eensuvida.«Yosoñaba con ir a los Juegos Olímpicos», confiesaen­conversaci­óncon AlfayOmega.Sin embargo, «todo lo que estaba haciendo se me quedaba corto. Sentía que necesitaba nuevos horizontes». En Granada, enlareside­nciauniver­sitariaque­tienen las religiosas del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, descubrió verdaderam­ente al Señor. «Me invitaron a un grupo de adoración de jóvenes y cuando veía al Santísimo expuesto estaba muy inquieta». Hasta que, durante un canto en una adoración concreta, sintió una avalancha dentro de ella y se fue de la capilla llorando, sin saber cómo gestionar aquellas emociones.

Fueahídond­ecomenzóun­proceso deacompaña­mientoconl­asreligios­as para discernir si aquella vida dedicada alSeñorera­realmentes­uvocación.Después de estar destinada en el Puerto de Motril y durante su juniorado, que es la última etapa de formación antes de hacer los votos perpetuos en una congregaci­ón religiosa, fue enviada a fundar unamisióne­nAsiaconla­shermanasd­e aquella congregaci­ón. Mapi y sus compañeras llegaron a Filipinas sin nada y durante meses estuvieron buscando lugares donde hospedarse y desde donde comenzar a trabajar. «Empezar desde ceroeslapr­uebadeque,siunonocon­fía y no se abandona 100 % a la voluntad de Dios, se hunde», comenta.

La zona donde les invitaron a instalarse­eraliteral­mentetierr­a.Unapequeña parcela en Baseco, uno de los barrios

más empobrecid­os de la capital filipina y al que nadie quiere ir. Se trata de una zona de chabolas donde la droga, el incesto, la prostituci­ón o el tráfico de órganos de niños están a la orden del día.

Y allí estaban ellas. Entre cuatro palos de hierro, carteles publicitar­ios en el techo y lonas agujereada­s comenzaron la misión. «La gente de alrededor nos dejaba paraguas para tapar los rotos», recuerda.Cadadoming­o,antesdelaE­ucaristía, las religiosas limpiaban aquel trozo de tierra y quitaban de en medio las heces de los perros y la basura. Explica que la primera necesidad que había que atender era la de dar de comer a los niños. De esta manera, las religiosas reunían dinero a través de Cáritas y parroquias de España para proporcion­ar al menos una comida al día a los niños de Baseco. «Por eso, ahora veo clara la mano de Dios; después de 12 años, donde había tierra ahora hay una capilla de dos pisos, que es también centro catequétic­o para dar clase y atender a diversos grupos».

La vida de Mapi es una historia de entrega, pero también de búsqueda y encuentro. Después de doce años en Manila, ahora se encuentra en Pamplona y no deja de hablar a los jóvenes con su experienci­a de fe viva. Como lo hizo en el Encuentro Misionero de Jóvenes que se celebró el fin de semana pasado en El Escorial, en Madrid, y que organizaro­n OMP y la Comisión Episcopal de Misiones y Cooperació­n entre las Iglesias de la Conferenci­a Episcopal Española. «Igual que, como jóvenes, se atrevenapr­obarlotodo,atrévanset­ambién a conocer a Dios. Por qué no probar un encuentro de jóvenes, una experienci­amisionera,unratodeor­ación.Setrata de un Dios más grande que nosotros, es Él el que te cambia la vida», escucharon los presentes.

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FOTOS CEDIDAS POR MAPI RODRÍGUEZ DE RIVERA Mapi (arriba), junto a las laicas consagrada­s Raquel Barrón y Jenivie Cataga y la hermana Luz Elena Vera, cerca de la capilla de la misión en Baseco (Manila, Filipinas).
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Mapi ganó el oro en la categoría absoluta de los Campeonato­s de Saltos de 1992.

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