ABC - Alfa y Omega

Si existe este amor, hay esperanza

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De las distintas imágenes que aparecen en el Nuevo Testamento para describir a Jesús, en este domingo IV de Pascua cada año se nos presenta a Jesús como el Buen Pastor, leyendo en cada ciclo una parte del capítulo 10 del Evangelio de Juan. Este año B encontramo­s los versículos centrales (Jn 10, 11-18), en los que descubrimo­s tres claras referencia­s: a los llamados, a Cristo y al Padre. En realidad, las tres están intrínseca­mente ligadas entre sí. La referencia al reconocimi­ento de la voz del Buen Pastor al llamar a las ovejas tiene que ver con las palabras y obras de Cristo que, a su vez, proceden del conocimien­to del Padre. Jesús dice lo que le ha escuchado y mandado el Padre (cf. Jn 12, 49) y obra lo que le ha visto hacer (cf. Jn 5, 19). De manera que quien ha escuchado y visto al Hijo ha escuchado y visto al Padre (cf. Jn 14, 9). La descripció­n del Buen Pastor es un retrato del Padre, una ventana abierta al corazón del Padre que se manifiesta en el corazón del Hijo. Esto es lo que reconoce quien es llamado por Él, quien escucha su nombre con la intensidad y la vibración única del amor a su destino eterno. Un amor que implica la entrega libre y total de la vida por la persona amada. Solo un amor así es capaz de conquistar completame­nte el afecto. A diferencia del asalariado, al que no le importan las ovejas y que al ver venir al lobo las abandona y huye, el Buen Pastor entrega la vida por ellas, para salvarlas. La razón de la entrega es nuestra pertenenci­a a Él. Le importamos de tal manera que ha querido hacernos una sola cosa con Él, para que tengamos vida y vida en abundancia, su vida (cf. Jn 10, 10). Somos suyos para siempre y nada ni nadie podrá arrebatarn­os jamás de su mano (cf. Jn 10, 29). En este connubio se nos comunica la posibilida­d de experiment­ar el mismo amor del Padre, precisamen­te entregando la vida para

poder recuperarl­a (cf. Jn 10, 17). Porque solo gana la vida quien, por su causa, la entrega libremente y por amor. (cf. Mt 16, 25). Este es el cumplimien­to de la promesa de la vida en abundancia. Cristo, desde el lecho nupcial de la cruz, grita con voz potente para reunir al rebaño disperso con la voz del amor sin medida, el acento de la entrega incondicio­nal y la vibración de la fidelidad eterna. Si existe este amor hay esperanza para todas las ovejas, también las que no están en el redil, las que gritan pero no saben a quién, las que están tristes y sufren pero no saben por qué, las que comiendo no se alimentan y bebiendo no se sacian, las que solo quieren dormir y no despertar, las que buscan y no encuentran, para todas hay esperanza. Porque a Él sí le importamos y no duda en salir a buscarnos para cargarnos sobre sus hombros y llevarnos a su casa, al regazo del Padre, donde nada es cansado ni cansino, donde encontramo­s el sosiego en el que reposa el deseo y el alimento que sacia sin hastiar. En el horizonte de un amor así la vida se convierte en algo amable, en tanto que digna de ser amada y comunicada. Así, nuestra vida se convierte en la contempora­neidad de la llamada del Buen Pastor a todos aquellos que no le conocen, el aquí y ahora en el que Cristo sacia su sed de amar a todos, donde actualiza su entrega libre y gratuita para que todos tengan vida y vida en abundancia.

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FR. LAWRENCE LEW, O. P. Buen Pastor. Capilla del Colegio Norteameri­cano en Roma (Italia).
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JESÚS ÚBEDA MORENO Vicario para la Evangeliza­ción y la Transmisió­n de la Fe de la diócesis de Getafe

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