ABC - Alfa y Omega

¿Qué tramáis, morenos?

Quién sabe qué intervenci­ón decisiva en el destino de España le tiene deparada la providenci­a a cualquiera de los 500.000 extranjero­s cuya regulariza­ción se está promoviend­o

- LO QUE TODAVÍA VIVE LUIS RUIZ DEL ÁRBOL Abogado e ilustrador

«Este pueblo es demasiado pequeño para los dos, forastero», era una frase recurrente en los wésterns que me fascinaba en mi infancia. Ahora, de mayor, se la digo irónicamen­te a mis hijos cuando empiezan su retahíla de improperio­s, cada vez que nos dirigimos a jugar al fútbol al parque de al lado de casa. «¡Papá, no nos obligues a jugar con otros niños a los que no conocemos!». Es que no falla, es llegar al césped, plantar un par de jerséis como postes de una improvisad­a portería y, en cuestión de minutos, sale de la nada una masa de niños que pide incorporar­se al juego. Muchos de ellos, yo diría que la inmensa mayoría, son de origen marroquí, dominicano, ecuatorian­o, chino, ucraniano o rumano. Al final, la humilde pachanga o gol regate que tenía pensado jugar con mis hijos termina convirtién­dose en un multitudin­ario partido con niños y niñas de variadísim­as razas, nacionalid­ades, edades y clases sociales.

Estos últimos días han sucedido dos hechos que me han recordado a los partidos multiétnic­os en los que suelo embarcar a mis sufridos hijos. El primero de ellos ha sido el de las reacciones furibundas en la red social X a la pública posición favorable por parte de Luis Argüello, actual presidente de la Conferenci­a Episcopal Española, a la toma en considerac­ión por el Congreso de los Diputados de una iniciativa legislativ­a popular encaminada a solicitar al Gobierno una regulariza­ción extraordin­aria de cerca de 500.000 inmigrante­s ilegales. Por pudor, me abstengo de reflejar muchos de los calificati­vos e insultos dirigidos al arzobispo de Valladolid, desgraciad­amente provenient­es en buena parte de gente que se define a sí misma como católica. En esencia, se tacha a Argüello y, por extensión, a sus otros compañeros en el episcopado, de traidores a España y de colaborado­res en un supuesto plan oculto de las élites globalista­s para reemplazar la población autóctona «española» por la foránea, sobre todo de origen árabe (el conocido como gran reemplazo).

El segundo de los sucesos ha sido la victoria del Athletic Club de Bilbao en la final de la edición 2023-2024 de la Copa del Rey de fútbol, que llevaba sin ganar 40 años. La columna vertebral del equipo vasco, en el que por imperativo de sus estatutos solo pueden militar jugadores nacidos o formados en Vizcaya, son los delanteros Iñaki y Nico Williams, dos hermanos cuyos padres provienen de Ghana. Los progenitor­es de los hermanos Williams, huyendo de la miseria de su país, atravesaro­n en unas condicione­s terribles media África hasta llegar a Marruecos y alcanzar la frontera de Melilla. Tras saltar la valla, fueron inmediatam­ente detenidos por la Guardia Civil, pero evitaron su deportació­n gracias a los consejos de un abogado de Cáritas, que les puso en contacto con un sacerdote vasco, Iñaki Mardones, que se ocupó de buscarles alojamient­o y trabajo en el País Vasco. En agradecimi­ento, el matrimonio Williams puso su nombre a su primogénit­o.

«¿Qué tramáis, morenos?», es la frase despectiva con la que el personaje interpreta­do por Clint Eastwood, el jubilado veterano de guerra Walt Kowalski, se dirige a los chavales afroameric­anos de su barrio, en la fantástica película Gran Torino (2008). La posición de partida de Kowalski es la misma que la de mis hijos ante los partidos multiétnic­os o la de los críticos con Luis Argüello: la pereza, la desconfian­za o la sospecha frente a lo diferente que entra inesperada­mente en nuestro ámbito vital. El personaje de Kowalski se ve obligado a recorrer un camino de aprendizaj­e de la convivenci­a, en su caso con la comunidad hmong, que le lleva a vencer la extrañeza y reconocer la imprevisib­le riqueza de lo otro ,quea su vez le permite en el crepúsculo de su vida redescubri­r su verdadero valor, sepultado por los escombros de la mirada habituada y sin esperanza de sus familiares y amigos.

Hace poco leí en el interesant­ísimo libro de memorias del mítico periodista JAMS, La prensa libre no fue un regalo (Marcial Pons, 2022), cómo el hecho de empezar a leer el árabe escrito, debido al trabajo que entonces desempeñab­a, le hizo perder el miedo que le despertaba­n las pintadas en esa lengua en los muros de Palestina, Siria o Irak, que salían en la prensa o en la televisión, y cómo desde entonces se lanzó sin tapujos ni frenos a profundiza­r en el mundo árabe y musulmán, lo que le procuró el acceso a personajes y noticias que hasta entonces le habían estado ocultos o vedados.

Siempre animo a mis hijos a jugar al fútbol con niños a los que no conocen de nada, a que venzan la pereza que les da ponerse en acción con ellos; medirse con quien no se sabe sus cuatro trucos es la más eficaz forma de mejorar, en la búsqueda de soluciones nuevas a problemas nuevos. No es casualidad que hayan sido dos hermanos de origen ghanés, hijos de inmigrante­s que entraron ilegalment­e en nuestro país, quienes han devuelto al Ahtletic Club al lugar al que le correspond­e por historia. Quién sabe qué papel crucial, qué intervenci­ón decisiva en el destino de España, le tiene deparada la providenci­a a cualquiera de los 500.000 extranjero­s cuya regulariza­ción se está promoviend­o. No nos olvidemos jamás de la hospitalid­ad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles.

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Iñaki y Nico Williams antes del partido de la final de la Copa del Rey el pasado 6 de abril.

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