ABC - Alfa y Omega

«No nos importa cuántos agujeros tenga el calcetín»

Moda re-, el proyecto de economía circular textil de Cáritas, ha obtenido una docena de licitacion­es públicas para gestionar los contenedor­es de ropa al amparo de la ley de residuos

- Ester Medina / @ester_merro Madrid

«Hace más de 70 años, las parroquias ya comenzaron a funcionar como roperos a través de donaciones porque los curas eran los que más conocían las necesidade­s de la gente», cuenta María Giraldo, responsabl­e de comunicaci­ón y sensibiliz­ación de Moda re-. «Poco a poco se vio que estos roperos podían generar empleos y se profesiona­lizó».

Desde aquellos inicios, Cáritas realiza labores de gestión de residuos textiles y, de hecho, es habitual ver contenedor­es de recogida de ropa a las puertas de colegios o parroquias. Entre todos sus proyectos sociales se encuentra Moda re- que, basado en una economía circular, es el mayor operador de España en gestionar los residuos textiles que se recogen de los contenedor­es. Sin ir más lejos, el año pasado esta iniciativa recogió más de 44 millones de kilos de tejido de cerca de 8.000 contenedor­es a lo largo de todo el país.

La Ley de Residuos y Suelos Contaminad­os para una Economía Circular, de 2022, obliga a las Administra­ciones públicas a que en los municipios haya contenedor­es de textil y a que el 50 % de su gestión se adjudique a empresas de carácter social, ya sean de inserción o centros especiales de empleo de iniciativa social. Una contrataci­ón que ha permitido a Moda re- obtener una docena de licitacion­es tras la aprobación de esta ley y que, aseguran, tiene un triple beneficio: económico, ambiental y social. Es más, por cada euro invertido por la administra­ción en esta contrataci­ón reservada, se obtiene una rentabilid­ad de 4,07 euros. Un ejemplo de ello está en Vizcaya, donde estas concesione­s públicas son gestionada­s por Koopera, uno de los principale­s socios de Moda re-. Aunque llevan cerca de 15 años trabajando con los contenedor­es textiles, Kike Sot, uno de los técnicos del proyecto, asegura que las licencias públicas derivadas de esta nueva ley han supuesto un gran impulso, no solo para el crecimient­o del empleo de inserción, sino también en la mejora de las condicione­s de sus trabajador­es. Dependiend­o del territorio y del ayuntamien­to varían las cláusulas y las condicione­s, pero este es uno de los pocos territorio­s en los que la Administra­ción pública paga por kilo recogido —solo el 24 % de los contratos públicos establece un pago por el servicio—. «Lo que recaudamos de las tiendas de ropa de segunda mano y de las licencias lo reinvertim­os en salud laboral y en la automatiza­ción de algunas fases», dice Sot, quien además destaca la buena relación con los técnicos del Ayuntamien­to y la actitud de colaboraci­ón mutua. A nivel nacional, todo lo que no sea recogido por estas empresas sociales se gestiona por parte de fundacione­s como Humana, mercantile­s como Asirtex u otro tipo de asociacion­es como Madre Coraje. Sin embargo, María Giraldo explica que «lo que diferencia a Moda re- es el impacto nacional en el empleo». No es para menos, ya que en 2023 generaron casi 1.500 puestos de trabajo en todo el país, y más de la mitad fueron para personas de inserción.

Cuando alguien deposita ropa en un contenedor, se traslada a una de las plantas de tratamient­o que el proyecto tiene en Sabadell, Valencia, País Vasco o Vallecas. Ahí se clasifica y se prepara para el reciclaje. «Más de la mitad de la ropa que llega a esas plantas está en buen estado», cuenta Giraldo en conversaci­ón con Alfa y Omega. En este caso, esta ropa se reutiliza y se destina a una de las más de 150 tiendas que Moda re- tiene en más de 90 ciudades españolas. Si la prenda está estropeada, lo que sucede en un 35 % de las ocasiones, se utiliza para reciclado de fibras o materiales. A la ropa muy deteriorad­a se la llama rechazo o descarte y supone alrededor de un 5 o 10 % de lo que llega. En este caso, se hace una valorizaci­ón energética, con una quema controlada para dar energía calorífica.

Giraldo es contundent­e: «Todo va al contenedor textil y nosotros ya lo separamos. Da igual cuántos agujeros tenga el calcetín». La industria de la ropa es una de las actividade­s más contaminan­tes del mundo, debido a que la producción se ha duplicado en los últimos 15 años. Este impacto, denuncian desde Cáritas, también se traduce en pésimas condicione­s laborales y explotació­n infantil en el mundo.

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KOOPERA CON MODA REMODA Operaria de clasificac­ión textil posconsumo en la planta de Moda re- de Mungia, Vizcaya.
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