GNOSTICISMO: HEREJÍA Y PERVERSIÓN
Dentro de las primeras comunidades cristianas es posible encontrar grupos diferentes, cuyas prácticas eran de lo más diversas; una división sobre todo acentuada ante la falta de directrices por parte de Jesús tras su muerte. En lo que respecta al gnosticismo, cuyos miembros se creían claramente superiores en conocimiento al resto, se presupone también la existencia de distintas agrupaciones. Epifanio de Salamina, uno de los padres de la Iglesia (siglo IV d. C.), en su obra
Panarion hace alusión a la existencia de obras gnósticas en donde se atribuyen revelaciones a
mujeres: Las grandes preguntas de María, Las pequeñas preguntas de María y El nacimiento de María, todas en relación a María Magdalena. El primero de estos textos muestra la revelación de Jesús a María en una montaña y data aproximadamente del siglo III d. C. Antonio Piñero recoge en Jesús y las mujeres (Editorial Trotta, 2014) lo siguiente sobre Panarion: «Según Epifanio son ciertos gnósticos libertinos, quizá los fibionitas, quienes habían compuesto esta obra; en ella dan cuenta y justifican sus liturgias depravadas en donde hay actos sexuales explícitos. La idea básica y la intención general de sus actos litúrgicos era que la ingestión de semen y de sangre menstrual era un acto salvador». Los miembros de esta especie de secta, los fibionitas, no consideraban a Eva como la madre de la humanidad, puesto que para ellos el Antiguo Testamento no era obra de Dios sino del Demiurgo. Por consiguiente, las mujeres no debían quedarse embarazadas mediante la unión sexual, porque al hacerlo cooperaban con el Demiurgo. Si venían al mundo nuevos seres humanos se estaría encarcelando al espíritu en la materia (el cuerpo), así que para evitarlo no practicaban la eyaculación normal.