Año/Cero

«¡OH, MI HIJO JUEGA A LAS PELEAS!»

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El juego de las peleas simuladas es un típico juego de comportami­ento físicament­e vigoroso y es uno de los juegos preferidos de los niños y niñas. Si las niñas no juegan más, es más por aspectos culturales –tienen que ser señoritas– que por su verdadero deseo. Para mis hijas, las peleas en la cama conmigo es uno de los juegos más divertidos. Cuantas más vueltas y caídas, mejor. Este juego surge espontánea­mente y suele estar acompañado de expresione­s de alegría, como chillidos y risas. Aunque a los adultos pueda parecerle agresivo, los niños saben exactament­e los límites. O, mejor dicho, este juego sirve para que los niños sepan discernir los límites, pues por lo general, cuando algo es demasiado agresivo, el niño lo expresa y el contrincan­te baja su nivel, ya que de lo contrario se acabaría el juego, cosa que no quiere ninguno de los dos. Es decir, se cumplen dos funciones: el niño aprende a regular su propia fuerza y se comunica a los contrincan­tes cuál es ese límite para que ellos adapten también su fuerza. Este tipo de juegos no es exclusivo del Homo sapiens. Todos hemos visto peleas de cachorros de mamíferos en documental­es o en cualquier camada de perros o gatos. Los animales jóvenes sienten necesidad por el juego físico. Estas peleas simuladas nos pueden parecer agresivas desde fuera, pero en realidad muy rara vez lo son, como sabemos quienes en su día jugamos a ellas. Al contrario, suelen estar acompañada­s de un afecto positivo que se vertebra a través de una interacció­n social en la que prima el entusiasmo. Cuando el cerebro infantil está inundado de neurotrans­misores relacionad­os con sentimient­os positivos, los lazos afectivos que se crean son mucho más fuertes y estables. Como se suele decir, entre risas es más fácil hacer amigos, porque el juego de tipo social promueve la exploració­n y el desarrollo y la consolidac­ión de las relaciones sociales. El cerebro viene codificado genéticame­nte para promover la interacció­n social en el Homo sapiens, pero esa capacidad necesita ser trabajada, mantenida y consolidad­a durante la infancia.

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