MUNDO MANDALA
EL TRAZADO Y COLORACIÓN DE MANDALAS PERMITE DESCUBRIR QUE, CON FRECUENCIA, EN LA SENCILLEZ PODEMOS ENCONTRAR LOS MEJORES RESULTADOS. SON LOS REYES DEL VERANO Y LA CIENCIA CONTINÚA APORTANDO EVIDENCIAS DE SU EFICACIA.
Lo que antes era una rareza o un entretenimiento para la infancia, hoy se ha convertido en una imagen habitual en aeropuertos, salas de espera, espacios educativos o en el propio hogar. Colorear mandalas o involucrarse en su propio diseño, constituye una herramienta extraordinaria para controlar el estrés y entrenar la concentración. Aunque el uso extendido de los mandalas ha sido despojado del profundo y ancestral sentido dado por hindúes y budistas, es evidente que su influjo y beneficios se manifiestan incluso en los abordajes más lúdicos.
Sin embargo, la ancestralidad de sus formas parece conectar con áreas profundas de nuestra psique, de ahí que apostar por el uso de esta técnica debería contemplar la utilización de formas mandálicas genuinas y limitarlo al acto de colorear cualquier ilustración. Obviamente, en ambos casos se trabaja la psicomotricidad fina, la concentración y la relajación, y es posible analizar desde un punto de vista psicológico el material realizado para extraer información complementaria sobre las emociones y estados de ánimo del ilustrador, tanto en función de los colores usados, sus combinaciones, la precisión de los trazados, el respeto a los perímetros del dibujo o la fuerza y hegemonía con la que se colorean. Incluso las ilustraciones inacabadas, la repetición de colores o el lugar desde donde se comienzan a colorear aportan información y en terapia puede ser determinantes. Sin embargo, la forma mandálica parece aportar algo más que cualquier dibujo, como si se tratara de una llave que permite acceder a espacios internos de nuestro ser, de ahí que pudiendo elegir recomendemos específicamente su uso frente a otros motivos.
DEL DUELO A LA RELAJACIÓN
Aunque nos centremos en la modalidad más simple, se puede trabajar el mandala de forma más creativa y exigente, elaborándolo por ejemplo con arenas, tallándolos en madera o convirtiéndolos en elementos decorativos. En este sentido, colocarlos de forma visible nos reconecta con sus efectos y fortalece nuestra autoestima. En entornos escolares ayuda a serenar y relajar, además de estimular la creatividad y el trabajo en equipo, mientras que en el trabajo con mayores ayuda a mantener funciones cognitivas y musculares. Tal y como explica John A. Jaramillo, experto en psicopatologías, el uso de mandalas en los procesos de duelo contribuye a tomar contacto con la realidad de la pérdida, exteriorizar el dolor, adaptarse a la nueva situación y crear un espacio saludable para el recuerdo.
C. G Jung, que los consideraba arquetipos surgidos de visiones interiores, los usó con éxito para que sus pacientes dialogaran con su propia conciencia, mientras que un reciente estudio reveló cómo podían ayudar a mujeres maltratadas, en este caso incorporando las formas de vaginas en mandalas bordados. Para algunos expertos, el coloreado de mandalas equivale a una meditación de efecto relajante. La disminución del estrés y de la ansiedad que desencadena ha sido medida bioquímicamente a través del cortisol en sangre, lo que justifica que ayude a bajar la tensión arterial y a tratar el insomnio. Además, cuando damos rienda suelta a nuestra creatividad, el mandala puede ser un canal de desahogo y expresión emocional.