«BLANCA SIGUE CONMIGO, AYUDÁNDOME DÍA A DÍA»
EL 26 DE ENERO DE 2021 FALLECIÓ BLANCA, LA MUJER CON LA QUE JJ BENÍTEZ COMPARTIÓ CASI 40 AÑOS DE VIAJES Y AVENTURAS. EN MAYO DE 2022 PUBLICABA EN BLANCA Y NEGRO (PLANETA), UN DIARIO ÍNTIMO DE LOS ÚLTIMOS MESES DE VIDA DE SU COMPAÑERA DEL ALMA Y A LA VEZ UN SENTIDO HOMENAJE HACIA ELLA.
No me explico cómo ha podido. Me envían el libro de la editorial porque en unos días estoy invitado, junto a una veintena de periodistas más, a la presentación de En Blanca y negro (Planeta, 2022), la última obra de mi admirado JJ Benítez, que tendría lugar en su querido Barbate (Cádiz). Sabía de qué trata, pero no podía siquiera imaginar lo que iba a encontrarme en sus páginas. Unas horas después decidí enfrascarme en su lectura, pero no pude. Tuve que parar. Y no se trató de un único intento, sino de unos cuantos, y siempre agua… Es un libro duro no, muy duro, extremadamente duro. Es el diario personal de JJ durante 280 días, los últimos 280 días de vida de su esposa Blanca, que se fue apagando poco a poco a causa de un cáncer.
A la hora de escribir estas líneas, lo reconozco, tampoco me he leído En Blanca y negro al completo. Es desgarrador, melancólico, pero también muy tierno, en ocasiones ingenuo y, sobre todo, absolutamente sincero, porque Juanjo no se anda con rodeos, expresa sus miedos, los momentos en los que no sabe cómo actuar, en los que mete la pata, sus contradicciones, se desnuda respecto a ciertos asuntos familiares complejos e incluso se juzga a sí mismo, creo que con excesiva severidad.
Mi recuerdo de Blanca es el de una mujer vital, muy activa, a veces casi hiperactiva, expansiva, con un carácter abierto y que en todo momento trataba de disfrutar al máximo de su paso por esta existencia. Benítez, por contra, es tímido, callado, introspectivo. Quizá por eso se complementaban tan estupendamente.
«ELLA SIEMPRE HACÍA EL TRABAJO SUCIO»
«Yo me llevo todos los honores por mis libros, por mis investigaciones, pero en realidad el gran mérito era de ella, que se encargaba del trabajo sucio –me cuenta JJ en un restaurante de Barbate (Cádiz), su lugar preferido del mundo y donde ha sido inmensamente feliz–. Ella organizaba los viajes, se ponía en contacto con las personas que yo quería entrevistar, reservaba los vuelos, los hoteles, los transportes, arreglaba las cosas con las agencias. Por ejemplo, si yo quería viajar a un lugar de la India para localizar a tales investigadores, a tales testigos, ella preparaba todo, absolutamente todo. Yo es que soy un auténtico inútil para todo lo que
tenga que ver con la tecnología, con internet, los teléfonos móviles y las aplicaciones. Fíjate en el cacharro que llevo conmigo». Y me muestra un móvil con el que únicamente se pueden realizar llamadas y mandar mensajes de texto, «pero ni eso sé hacer», añade, a lo que alguien del Departamento de Prensa del Grupo Planeta, que pasaba en ese momento a nuestro lado, replica: «Y ya es un milagro que aceptara llevar un teléfono».
Juanjo, no puedo ni imaginar lo que supuso vivir dos veces el mismo calvario: una sufriéndolo in situ y otra recreándolo para el libro. Mira, el libro me lo he planteado como un homenaje a una persona extraordinaria con la que he compartido casi 40 años de vida muy intensos, en los que hemos vivido muchas aventuras por el mundo. Y también considero que puede ser de ayuda y de utilidad para personas que pasen por el mismo proceso, desde el punto de vista de buscar siempre la esperanza, de lo que significa el amor, incluso de la mecánica del día a día en esa situación.
Cuando no estabais por el mundo investigando o viajando, tú siempre seguías tu famosa rutina diaria, basada fundamentalmente en escribir y leer. Pero la enfermedad trastocó vuestras vidas completamente…
Claro, cuando se encontraba hospitalizada por supuesto, pero también cuando estaba en casa ya bastante mal. Yo me levanto siempre a las cinco y veinte de la mañana, a las seis ya estoy escribiendo hasta las doce, luego voy a la compra o a algún asunto burocrático o a lo que sea, paseo una hora más o menos, como algo, y a las cuatro ya estoy preparando los guiones del libro que esté escribiendo para el día siguiente, leo, estudio, y a las ocho y media me pongo con la prensa, ceno algo y me acuesto. Así siempre. Pero con Blanca en casa ya muy enferma, la cosa cambiaba. La pobre se retorcía de dolor en la cama. Y yo intentaba ayudar, pero en la mayoría de las ocasiones poco y mal. Llamaba a los médicos, que casi nunca me contestaban. Yo no entendía por qué no le recetaban morfina, incluso cuando estaba hospitalizada y sufría. Ella estaba ingresada en una clínica propiedad del Opus Dei, y un día descubrí una biografía de Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus, en la que este decía que el sufrimiento era necesario. Así que yo discutía mucho con los médicos. Les decía que no era humano, que si puedes aliviar el dolor de una persona debes hacerlo, pero nada, batalla perdida.
«PENSÉ EN EL SUICIDIO»
¿Pudiste despedirte de ella como querías?
No. Una semana antes de fallecer estaba sedada, hablaba muy mal y la comunicación era prácticamente imposible. Recuerdo que una mano la tenía llena de cables y sondas, pero la otra no, así que agarré esa mano entre las mías y le dije que la quería, y que si me estaba escuchando y podía hacerlo, que apretara la mano. Pero hizo algo mejor, se le cayó una lágrima. No sé si eso se puede considerar una despedida. Una noche estaba
«Perdí a mi compañera de vida, pero también mis brazos y mis piernas, porque no sé nada de las facturas, de internet…»
tan agotado que me marché al hotel a descansar un rato y se quedó con ella un hijo. A las tres de la mañana me llamaron para decirme que acababa de irse.
¿Y hablasteis sobre el asunto de la muerte?
Tampoco. Blanca y yo hablamos con muchas personas que han protagonizado experiencias de contacto con amigos y familiares fallecidos y que han recibido pruebas de la existencia de vida después de la vida –tal como JJ ha publicado en sus libros Estoy bien (2014) y Pactos y señales (2015), ambos editados por Planeta–, así que hemos conversado mucho sobre este asunto. Pero cuando enfermó no quiso tocar el tema. Un día, cuando ya estaba muy mal, le pregunté si quería que habláramos de la muerte, y me respondió que no, así que no volví a insistir
Y ahora, ¿cómo te encuentras anímicamente?
Jodido. Nunca imaginé que ella podía partir antes que yo. Pero sé que está conmigo, tengo la convicción y las pruebas de que me está ayudando desde el «otro lado». Por eso me gusta hablar de Blanca en presente. Es que es una persona increíble, inteligentísima, desde luego mucho más que yo, y además paciente, amorosa, dotada de una sensibilidad enorme. Como te he contado, y muchas personas cercanas saben, ella se comía todos los marrones para que yo pudiera dedicarme a escribir e investigar. Se encargaba de mi ropa, de las citas médicas, de que me alimentara bien, de pagar las facturas, de los bancos, de la burocracia. Por eso, cuando falleció se me apagó el mundo. Perdí a mi compañera de vida, pero también mis brazos y mis piernas, porque no sé nada de las facturas, no sé usar internet, de la logística de la casa ni te cuento. Al dolor por su marcha se suma que te sientes un inútil. Pasé unos meses de tinieblas totales. Pensé en el suicidio unas cuantas veces y seriamente, pero lo descarté
como opción, porque está fuera de mis parámetros vitales. Me di cuenta de que ese no es un camino y siempre hay que seguir adelante y batallando. Han pasado dieciséis meses de la muerte de Blanca y aún ahora estoy empezando a sacar la cabeza del túnel.
EVIDENCIAS DEL «OTRO LADO»
En el libro cuentas que Blanca te ha dado señales de que está contigo, pero también otras personas han pedido alguna prueba y la han recibido.
Así es. Un ejemplo. Blanca falleció un 26 de enero de 2021 y algunas semanas después yo estrené una casa que habíamos diseñado los dos, pero que ella lamentablemente no pudo ver. Ese día, un 29 de marzo, estaba sentado en mi despacho. En la casa no había nadie. Estaba completamente solo. A mis espaldas hay una biblioteca de madera bastante larga, y en las paredes de esa biblioteca hay colgados diez cuadros. Yo pensaba algo así: «Ahora que Blanca sabe la verdad y sabe lo gilipollas que soy, ¿me seguirá queriendo?». Entonces escuché un estruendo. Me levanté inmediatamente y vi un cuadro en el suelo. Se había caído. El cuadro contiene un papelito con un mensaje que yo le dejé durante un viaje que hicimos a Isla de Pascua en el año 1990. Pone: «Tan lejos y tan cerca, aquí también te amo». Lo tomé como una señal de ella, porque examiné el clavo en el que estaba colgado y seguía en su sitio. Es decir, que «alguien» tuvo que elevarlo unos milímetros para después distanciarlo de la estantería de la que colgaba y dejarlo caer. Incluso hice varias pruebas y no había dudas. El cuadro no podía precipitarse si antes no se llevaban a cabo esas maniobras que he descrito. Pero no solo yo he sido el receptor de esas señales. Cuando vivíamos en nuestra anterior casa hicimos amistad con un matrimonio vecino. Él es juez y ella fiscal. Al final acabaron comprándonos la casa, y cuando ya me había mudado a mi nuevo hogar, ella pidió una señal a Blanca, a la que tenía mucho cariño. Escribió en el apartado de notas de su teléfono móvil: «Querida Blanca, si estás viva y estás bien, te pido como señal que me dejes en la casa un ‘regalo olvidado y escondido’ para mí de algo especial que fuera tuyo. Buen viaje, Blanca. Te quiero». Según
«La contestación de Blanca a mi preocupación no se hizo esperar. Decía lo siguiente: ’Tan lejos y tan cerca, aquí también te amo’»
la mujer, cuando estaba redactando la nota, la mesa en la que se encontraba se movió como si alguien la hubiera golpeado. Pues al limpiar los armarios del que había sido nuestro dormitorio, encontró una cajita que contenía un colgante de Blanca con una rosa. Le entró una llorera y quedó muy impactada. El caso es que yo había repasado esos cajones varias veces para que no quedara nada. También una de mis hijas, que vive en Benasque (Huesca), un día a primeros de febrero de 2021 estaba haciendo deporte por el campo y pensó: «Quiero ver una ardilla, esa será la señal de que Blanca sigue viviendo». Era pleno invierno y con la borrasca Filomena castigando a España. Las ardillas listadas, las más comunes en el Pirineo, invernan entre los meses de octubre y abril, así que era francamente difícil encontrarse con una ardilla. Pero contra todo pronóstico así ocurrió. Además, el animalillo se comportó de forma bien extraña. Se quedó parada mirando a mi hija Lara, luego se subió a la rama de un árbol y desde allí siguió contemplando
a Lara.
Después de la entrevista hablamos de varios casos de OVNIs –siempre se le ilumina el rostro cuando la conversación se desliza por los derroteros ufológicos–, intercambiamos algunos números de teléfono de protagonistas de encuentros cercanos con nuestros «primos» y, como muchas otras veces, me dijo que ya estaba pensando en retirarse y dejar la investigación del enigma de los enigmas («ya tengo una edad, las fuerzas no son las de antes y bla, bla, bla»). Y, como siempre, me reí y le contesté que no le creía. «Juanjo, llevas diciendo lo mismo 20 años y no paras. Tienes información para escribir libros de casos en tus próximas diez vidas y sigues investigando sin descanso». Esta vez JJ compartió mis carcajadas.