EL CIELO SEGÚN SWEDENGORG
Según Swedenborg, el cielo era una tierra limpia, donde todo lo que era virtuoso en esta vida pasaba a la otra, pero todos los que no lo eran, quedaban descartados. Fue el primero en afirmar de forma directa que, en la muerte, los humanos que habían sido virtuosos se convertirían en ángeles. Y no se trataba de que te convirtieras en ángel tras la muerte, sino que regresabas al estado angélico. Así pues, la vida en la Tierra no era más que un capítulo en la existencia de un ángel. «Si una persona renace, lo hace como su hombre interno en el cielo y, por lo tanto, es un ángel entre los ángeles, y en la vida después de la muerte se une a ellos».
Así que los muertos, como ángeles, siguen pensando, comiendo y durmiendo, aunque hayan abandonado su cuerpo terrenal. Sus ángeles no vivían en las nubes, sino en casas: como las de la Tierra, pero más bonitas. En ellas hay salas, comedores y habitaciones en gran número; también patios, jardines y campo alrededor. Viven todos juntos, con sus casas una al lado de la otra, en forma de ciudad, con avenidas, calles y plazas públicas, exactamente como las ciudades de la tierra.
El obstáculo real estaba en ganarse la reentrada en el cielo. En primer lugar, había un juicio basado en la vida que se había vivido en la tierra, y algunos serían condenados al infierno, un lugar que también describía con detalles escalofriantes. Pero es la visión de Swedenborg del cielo lo que predomina en sus escritos. Si las primeras fases del paraíso son una versión mejorada de la tierra, luego, a medida que va subiendo, sus descripciones se vuelven más vagas. Sin embargo, cuando
los muertos/espíritus/ ángeles ascienden al cielo «celestial», los asuntos materiales ceden y la visión de Swedenborg cambia a algo más místico, que se dirige hacia un estado de eterna inocencia y pureza que cada vez es más difícil de describir.