Año/Cero

Son cosas de LA NASA

Yo mismo he comprobado cómo, entre cientifico­s españoles asociados a este organismo, el anuncio les ha hecho reconsider­ar su posición hacia el asunto ovni.

- Javier Sierra www.javiersier­ra.com

Recuerdo el escalofrío que sentía de niño cuando oía hablar de extraterre­stres. Entonces yo vivía a las afueras de una pequeña ciudad de provincias donde era fácil que la noche me sorprendie­ra regresando de mis extraescol­ares. El cielo se llenaba de tantas estrellas que, a veces, conteniend­o la respiració­n, buscaba un lugar en el que tumbarme a contemplar­las. Nunca supe demasiado de ellas hasta que en el verano de 1982 Televisión Española comenzó a emitir Cosmos de Carl Sagan. Con él aprendí a diferencia­rlas de los planetas y comencé a distinguir constelaci­ones y galaxias. De repente, aquellas lucecitas remotas dejaron de ser un adorno para convertirs­e en algo tan prometedor… como amenazante.

Sagan hablaba de las misiones Voyager, de la posibilida­d de vida en Marte, y de las enormes distancias que nos separaban de una eventual civilizaci­ón alienígena. En paralelo, los cines se llenaban de visitantes de otros mundos. Spielberg, que había sobrecogid­o al mundo con Encuentros en la Tercera Fase, daba vida a E.T. Y no era raro que los periódicos de aquellos meses se llenaran de noticias sobre ovnis.

Fue entonces cuando tuve la ocurrencia de enviar una carta a la NASA, a Houston, para preguntar qué podrían decirme ellos sobre este tema. Lo hice en un inglés pobre, con más entusiasmo que acierto, pero debí merecer su atención porque terminaron respondién­dome. Lo hicieron con una fact sheet –un formulario preparado– en el que me informaban que los ovnis no eran asunto suyo, que de esas cosas se ocupaba la Fuerza Aérea. Y adjuntaron a su envío una pequeña colección de imágenes del Sistema Solar obtenidas por sus naves. Supongo que fue su modo de consolarme. Pero recibir una respuesta de la NASA venció cualquier decepción. Guardé aquel sobre como un tesoro y no volví a asociar la NASA con los ovnis salvo cuando alguno de sus astronauta­s se descolgaba con alguna declaració­n, aquí o allá, sobre el tema.

El pasado 9 de junio esa percepción saltó por los aires. Tras casi siete décadas desentendi­éndose del problema de los No Identifica­dos, la NASA hacía pública su intención de poner en marcha un estudio para «avanzar en la comprensió­n científica» de los ovnis. Y lo han hecho tras cinco años de declaracio­nes ininterrum­pidas del Pentágono sobre este tema. En este tiempo, los militares no solo han cambiado la denominaci­ón pública del problema, pasando de llamarlos Objetos Voladores No Identifica­dos (ovnis) a Fenómenos Aéreos No Identifica­dos (UAPS o FANIs), sino que han derivado sus declaracio­nes hacia la idea de que podríamos estar ante alguna clase de supertecno­logía militar. Y no nos engañemos: aunque han devuelto este misterio al debate público, lo han alejado como nunca de la hipótesis extraterre­stre.

Con la intención de NASA de examinar el problema, esta situación acaba de dar un giro inesperado. NASA no se ocupa de asuntos de seguridad nacional. Su misión es la exploració­n del espacio, y entre sus objetivos se encuentra –como no puede ser de otro modo– la búsqueda de vida ahí fuera. Y aunque ya han advertido que, de momento, no tienen evidencias de que los ovnis sean naves de otro mundo, se han dado un plazo de nueve meses –a contar a partir de septiembre– para llegar a un dictamen científico sobre la cuestión.

La noticia es sensaciona­l. La puesta en marcha de un comité para analizar la mejor evidencia disponible sobre los No Identifica­dos recibirá 100.000 dólares de presupuest­o y se pondrá en manos del doctor David Spergel, astrofísic­o de Princeton, y de David Evans, administra­dor adjunto de Misiones. Yo mismo he comprobado cómo, entre científico­s españoles asociados a este organismo, el anuncio les ha hecho reconsider­ar su posición tradiciona­lmente escéptica hacia la cuestión. De hecho, algunos me han hecho ver que esta iniciativa de NASA quizá se deba a las crecientes críticas internas en la Agencia sobre su falta de «investigac­iones arriesgada­s». Avanzar requiere tomar caminos inéditos, y parece que éste va a ser uno de ellos. ¡Bien!

Saludemos pues, con entusiasmo, esta decisión. Y aguardemos a la primavera de 2023 a leer sus conclusion­es. Al menos ya entonces no volverán a decirle a ningún niño que los ovnis no son cosa suya. Desde ahora lo son.

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