LOS GUERREROS DE XI’AN
Qin Shi Huan se autoproclamó primer emperador de China tras las guerras de reunificación. Según documentos antiguos, al parecer accedió al trono del reino Qin cuando tenía apenas 12 años. Lo curioso de esta «anécdota» no es tanto su juventud –muchos reyes en la historia lo fueron siendo niños–, sino que fue entonces, al parecer, cuando concibió e inició la construcción de su mausoleo. Aunque habían aparecido algunos restos a los que no se había dado importancia, fue en 1974 cuando la casualidad quiso que un agricultor local se topara con la fosa que, poco después, revelaría más de 8.000 guerreros de terracota –junto a otros objetos– a poco más de un kilómetro de la tumba del emperador.
Entre las maravillas de este ejército destaca el tamaño de las figuras, ligeramente superior al de las personas de esa época, más o menos de 180 cm. Otra maravilla: cada rostro es único. Para su creación se reprodujeron las facciones de miles de personas. Se sabe, además, que estuvieron decorados con vivos colores, aunque el paso del tiempo no perdone y se aprecien ciertos daños y desgastes. Menos conocidos, aunque no por ello menos dignos de mención, son otros guerreros de terracota descubiertos en la tumba del emperador Liu Qi, de la dinastía Han del oeste. Posteriores a los de Xi’an, tendrían la misma fama si no fuera por lo asombroso de aquellos. El conjunto difiere del de Xi’an en varios aspectos. Los guerreros son más pequeños, esta vez por debajo de la media humana. Tenían brazos de madera que se han consumido con el tiempo, así como sus vestimentas, por lo que queda lo que era propiamente terracota: cuerpos completos a falta de los brazos. También son miles de figuras que representan un ejército, así como bestias y animales domésticos, objetos y utensilios, etc. Las comparaciones son odiosas, y no es que los guerreros Han no merezcan toda nuestra atención, sino que la majestuosidad de los de Xi’an empequeñecen cualquier otra cosa que se ponga a su lado.