EL POLVORÍN DEL SAHEL
China vs EE UU, la franja de Gaza y Oriente Medio en general, la guerra de Ucrania con Rusia y la OTAN como antagonistas, son conflictos más que evidentes que tendrán su continuidad con mayores o menores fluctuaciones a lo largo de 2024. Los medios de comunicación martillean reiteradamente con titulares sobre los mismos a la opinión pública. Sin embargo, la verdadera bomba de relojería que está pasando mucho más desapercibida yace al sur del Sáhara. Allí, un cinturón de países ha convertido a la región en la más conflictiva del mundo con diferencia, pese al silencio casi total de los noticiarios. Actualmente, la inestabilidad es generalizada, por expresarlo amablemente. El yihadismo campa a sus anchas en Níger, Malí y Burkina Faso. Hay una guerra civil en Sudán y una muy frágil paz interna en Etiopía. El terrorismo sigue muy activo en Somalia. Al norte de Nigeria, las bandas han expulsado al Estado y dominado ese sector del país. Las masacres indiscriminadas de seres humanos de toda edad y condición son tan habituales que ni siquiera acaban siendo noticia, y determinados contingentes internacionales de paz, como los asentados en Mali por la ONU, han tenido que batirse en retirada ante el empuje de las milicias locales. Los golpes de Estado casi en cascada de Burkina Faso, Chad, Malí, Níger y Sudán añaden mayor caos a este drama africano. Estamos hablando de unos 400 millones de personas distribuidos en doce países desde el Atlántico hasta el mar Rojo. Si durante el año 2024 hubiera un recrudecimiento de esta inseguridad generalizada, unido al cambio climático que provoque crisis alimentaria, asistiremos en el Sahel a imparables mareas humanas hacia el primer mundo en busca de protección, oportunidades y mejores condiciones de vida. Con un sistema democrático ahora mismo en cuestión, esta insoportable presión demográfica generará convulsiones sociales y políticas impredecibles, pero casi con total seguridad de índole liberticida y autocrática. Mientras, el tic-tac en el Sahel sigue sonando…
Política de Open Society Foundations aseveraba que «se trata de una combinación de factores. Estamos ante una generación que ha vivido una serie de sacudidas: crisis económicas, covid, cambio climático, y está más que demostrado que los Estados autoritarios no han gestionado bien estas crisis, pero tampoco las democracias. Cuando creces en una época de inestabilidad y crisis, confías poco en los políticos. Así que creo que esto se traduce en escepticismo sobre el sistema en su conjunto».
Para Gianfranco Pasquino, profesor emérito de Ciencias Políticas, está en juego todo el sistema: «Los partidos se han convertido en estructuras inadecuadas. Los partidos enseñan democracia, la practican y muestran cómo practicarla. Un gran politólogo estadounidense escribió un libro a principios de los años 40 en el que decía que los partidos nacen con la democracia y la democracia nace con los partidos. En consecuencia, la democracia muere si los partidos mueren y, en cambio, prospera si los partidos se recuperan. Pero no veo este esfuerzo por parte de los políticos».
GUERRA ESPACIAL
Por su parte, el politólogo Steven Forti, autor de Extrema derecha 2.0. (Siglo XXI, 2021), en declaraciones a Nueva Sociedad dijo lo siguiente: «Las causas que explican el auge de estas formaciones políticas siguen ahí: el aumento de las desigualdades, la ruptura del ascensor social, la llamada ‘reacción cultural’ a los cambios vividos por nuestras sociedades, los altísimos niveles de desconfianza de los ciudadanos en las instituciones, la crisis de los partidos tradicionales, la sensación de preocupación o incluso miedo frente a las transformaciones que estamos viviendo, el impacto de las nuevas tecnologías… Y, en segundo lugar, porque la guerra en Ucrania, con todas sus consecuencias –aumento de la inflación, crisis energética, fortalecimiento de discursos militaristas, etc.–, ha comportado un clima favorable a la extrema derecha. Cuando hay miedo, la extrema derecha gana consensos porque su discurso se basa justamente en el miedo».
En la ciencia de vanguardia, uno de los campos donde los expertos depositan más esperanzas para el próximo año es la biotecnología. Durante 2023, hemos asistido a la consolidación de la denominada medicina personalizada. Esta práctica revolucionaria consiste en adaptar los tratamientos clínicos a las peculiaridades genéticas, hábitos individuales y factores ambientales de cada paciente. La secuenciación del ADN más rápida y económica proporcionará a médicos e investigadores una comprensión más profunda de cómo los genes influyen en la salud, cómo responde cada persona a un tratamiento y qué enfermedades es más probable que pueda desarrollar a lo largo de su existencia. Una información a la medida, que servirá para prevenir posibles dolencias y remediar con más eficacia aquellas que aparezcan.
Este arsenal de datos y herramientas propiciará un incremento de la longevidad humana hasta edades, hoy día, consideradas excepcionales. «La vida, como tal, no parece tener un límite. Esta capacidad de que a partir de una célula se generen dos y que esto regenere un organismo no parece tener un límite químico o físico», afirmaba al programa de RTVE El cazador de cerebros la bióloga molecular María Blasco, directora científica del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). «Parece que se ha ido ajustando por evolución a las distintas especies según lo que sobrevivíamos en la naturaleza». Por lo tanto, llegar a «vivir 200 o 300 años» no terminará siendo a la postre «algo tan de ciencia ficción».
En 2024, los avances tecnológicos continuarán moldeando el panorama de la industria aeroespacial y de defensa. De hecho, el gasto mundial en actividades espaciales ya se situaba en 2022 en torno a un 0,1% a 0,5% del Producto Interior Bruto (PIB) global. Para el año 2040, se proyecta que alcance el increíble hito de un billón de dólares para EE UU, superando incluso los tres billones para 2050. El equipamiento de defensa se volverá cada vez más sofisticado, dándose la paradoja de que la industria militar aspirará a lograr la mayor contundencia en la destrucción de vidas humanas e infraestructuras, a la vez que tratará de ser
«Algunas de las causas del ascenso de la extrema derecha son el aumento de las desigualdades, la ruptura del ascensor social y la ‘reacción cultural’ a los cambios sociales»
medioambientalmente respetuosa. Así, el Departamento de Defensa de EE UU está desarrollando misiles hipersónicos con prestaciones increíbles, mientras que, en respuesta a la demanda de lograr emisiones netas cero, el sector armamentístico pretende dominar la propulsión eléctrica y alternativas más ecológicas a los combustibles tradicionales para reducir la huella de carbono. Matanzas sí, pero ecofriendly.
LA REVOLUCIÓN DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
La historia de nuestra especie a menudo nos ha enseñado a desconfiar de la inteligencia humana y quizá no falten quienes, así desengañados, apuesten a sustituirla por la artificial. Muchos albergan la esperanza de que esta deslumbrante tecnología aporte el sentido común, la ecuanimidad y el recto gobierno que no parece abundar en nuestra clase política. Ciertamente, la explosión de la inteligencia artificial (IA) en 2023 ha despertado toda clase de expectativas. Ha revolucionado nuestra comunicación con las máquinas, a la vez que amenaza con destruir incalculables puestos de trabajo. El próximo año se espera la llegada de una nueva generación de IA que resolverá teoremas matemáticos pendientes de solución durante siglos y, por primera vez, hará descubrimientos científicos
gracias a su portentosa capacidad de analizar datos, elaborar fórmulas, generar simulaciones, etc.
Todo ello además se verá multiplicado hasta magnitudes insospechadas si la computación cuántica también consigue dar un salto significativo. De momento, lo que parece inevitable es que nuestra forma de trabajar sufrirá una metamorfosis profunda. En nuestro puesto laboral cada vez será más habitual convivir con un asistente virtual que complementará nuestro quehacer del día a día. Delegaremos funciones en él, supervisará lo que hagamos y ampliará nuestras capacidades.
¿FUTURO UTÓPICO O DISTÓPICO?
Los médicos guiarán sus diagnósticos por la inteligencia artificial. Los abogados harán alegatos más persuasivos gracias a la ayuda de sus abogados virtuales, cuyos algoritmos infatigables pueden consultar más volúmenes de legislación y jurisprudencia que el más aplicado leguleyo. Lo mismo podría decirse de ingenieros, periodistas, administrativos, jueces, programadores informáticos, mecánicos, diseñadores y un largo etcétera. Si las nuevas tecnologías alumbraron hace unos años la denominada «realidad aumentada», 2024 será el año del «trabajo aumentado». Una cuarta revolución industrial que esta vez no estará sustentada en el aprovechamiento de nuevas fuentes de energía, sino en la óptima producción y gestión del conocimiento.
Ahora bien y visto lo visto, ¿la IA alumbrará un futuro utópico o distópico? Nadie parece tenerlo muy claro a ciencia cierta. Eso sí, optimistas y pesimistas coinciden en reconocer que asistimos a
La IA destruirá reputaciones con demasiada facilidad, e incluso manipulará a la opinión pública y a los mercados a conveniencia
un camino sin retorno. Probablemente, a lo largo de los próximos doce meses tendremos una primera piedra de toque para averiguar cuál puede ser la contribución de la IA a hacer una sociedad mejor o peor. Ya hemos dicho que cerca de 2.000 millones de personas de más de 70 países decidirán su destino inmediato en las urnas. Y, además de los actores políticos correspondientes de cada estado, parece que entrará en juego un actor inesperado más: la citada inteligencia artificial.
FANGO ELECTORAL
Desde un punto de vista positivo, los chatbots pueden ofrecer al ciudadano una herramienta útil para conocer mejor los programas políticos de sus candidatos. Podrán interactuar informáticamente formulando preguntas concretas, simplificando las propuestas más farragosas y contrastando las declaraciones de los diferentes adversarios. No obstante, los especialistas han subrayado más los peligros que las ventajas de esta nueva tecnología. La IA será capaz de embarrar cualquier campaña electoral hasta extremos nunca antes experimentados. Por ejemplo, la clonación artificial de voz permitió fabricar un audio donde se oía al líder de la oposición del Reino Unido, Keir Starmer, insultando a su personal. La viralización del clip fue inmediata pese a que luego se pudo demostrar su falsedad.
Por esta vía, la IA destruirá reputaciones con suma facilidad o manipulará a la opinión pública y los mercados a coveniencia. En manos de potencias extranjeras, las campañas cibernéticas de intoxicación sufrirán una escalada difícil de contrarrestar. Sin ir más lejos, truculentos vídeos y fotos elaborados con IA sobre las guerras de Ucrania y Gaza proliferan sin control por redes sociales agitando el estado de ánimo de la población. En mayo de 2023, la imagen creada con IA y publicada en Twitter de una explosión cerca del edificio del Pentágono hizo caer los índices bursátiles hasta que se aclaró el engaño. «Habrá un tsunami de desinformación en las próximas elecciones», puntualizó a Yahoo Finanzas Darrell West, investigador principal del Centro de Innovación Tecnológica de la Brookings Institution. «Básicamente, cualquiera puede utilizar la IA para crear vídeos y cintas de audio falsos. Y será casi imposible distinguir lo real de lo falso». Feliz 2024, el año donde la verdad resultará indistinguible de la mentira.