HUELLAS «ARIAS» EN EL ATLÁNTICO
Tanto Wirth como Himmler, al igual que Rosenberg, estaban convencidos de que la Atlántida era un continente real, cuna de los antiguos arios, y que aún existían vestigios del mismo en el océano Atlántico, donde la raza nórdica habría evolucionado hace unos dos millones de años. El continente perdido de Wirth había ocupado en su momento de esplendor un territorio que se extendería desde Islandia hasta las Azores; asimismo, creía firmemente que en 1935 solo algunos fragmentos del mismo permanecían a flote tras milenios de fuerte actividad tectónica: precisamente las españolas islas Canarias, que también fueron centro de la investigación de los guardias negros, y las islas de Cabo Verde.
Fue el filósofo griego Platón el primero en hablar de la Atlántida en sus diálogos Timeo y Critias, según él, una gigantesca isla de gran riqueza situada frente a las Columnas de Hércules (Gibraltar) –de hecho, en la actualidad una de las hipótesis que tienen más fuerza entre los investigadores es que el continente/isla perdida podría estar en las costas andaluzas, quizá relacionado con la desaparecida y fascinante civilización de Tartessos –. Los atlantes, seres aparentemente dotados con poderes sobrenaturales, sus «puros» habitantes, tenían la intención de dominar el mundo –como los propios nazis– pero al parecer fueron vencidos por los atenienses hace 9.000 años, antes de que un gran cataclismo (quizá el Diluvio Universal del que habla la Biblia y que aparece una y otra vez en todas las culturas, bajo diferentes nombres) se tragara la isla, aunque quedando algún fragmento a flote durante milenios.