Año/Cero

HERENCIA ANCESTRAL HACIA LOS CONFINES DE ORIENTE

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EL ORIENTALIS­TA WALTER WÜST TRABAJARÍA MANO A MANO CON WOLFRAM VON SIEVERS EN EL FORTALECIM­IENTO Y EXPANSIÓN DE LA INSTITUCIÓ­N. APASIONADO DE LA ARQUEOLOGÍ­A Y LAS ANTIGUAS SAGAS GERMÁNICAS, PUSO EN MARCHA UNA EXPEDICIÓN AL OESTE DE IRÁN PARA ESTUDIAR EL ORIGEN «ARIO» DE UNA INSCRIPCIÓ­N DE TIEMPOS DEL IMPERIO AQUEMÉNIDA. MIENTRAS, EL ANTROPÓLOG­O FINLANDÉS YRJÖ VON GRÖNHAGEN INVESTIGAB­A EN LA EXTRAÑA TIERRA DE CARELIA A LOS ANTIGUOS HECHICEROS DEL NOROESTE DE EUROPA.

Walter Wüst era sin duda el personaje más adecuado para este puesto. El 1 de mayo de 1933 se había afiliado al partido nazi, lo que, como a otros muchos investigad­ores, le abría un nuevo mundo de posibilida­des. Había estudiado en la Universida­d Ludwig Maximilian, especializ­ándose en heterogéne­as disciplina­s como geografía antropológ­ica y religión comparada, además de estudiar con devoción la calcificac­ión –arbitraria– de las «razas» humanas, tan en boga en la Alemania del primer tercio de siglo, especializ­ándose en la diversidad étnica del continente asiático.

A través del padrinazgo del orientalis­ta Wilhelm Geiger, especialis­ta en la India, aprendió sanscrito y se especializ­ó en los Vedas, los textos sagrados de los brahmanes hindúes que tanto fascinaban a Himmler. Wüst era un personaje completame­nte opuesto a Herman Wirth: cauto, calculador, meticulosa­mente ordenado y sigiloso.

ORIENTE, LA TIERRA PROMETIDA

El Reichsführ­er se reunió con el aspirante en su residencia alpina de Gmund, junto al lago Tegernsee, y quedó gratamente sorprendid­o con su elocuencia y sabiduría. Walter Wüst se presentó en la reunión, sabedor de la pasión lectora y por los mitos del bávaro, con un raro ejemplar del Rig-Vedá bajo el brazo, considerad­o el más sagrado de los cuatro libros que conforman los Vedas, una compilació­n de himnos a los dioses que para el erudito habían sido escritos, evidenteme­nte, por una raza nórdica, una «antigua clase dominante de cabellos rubios y ojos azules de extremo Oriente»; para los estudiosos del instituto de investigac­ión y todos aquellos afines a Himmler, no había invento, avance o civilizaci­ón que no hubiera surgido de la «brillante mente» del pueblo ario.

Siguiendo su imaginativ­a teoría, Wüst convenció a Himmler de que dichos arios se habían desplazado hacia el este de Europa con la intención de colonizar los desiertos de Irán, los valles de Afganistán y diversos territorio­s fértiles de la India. Yendo aún más allá, afirmaba que en el Rig-Veda se hallaban claros indicios de una antigua religión solar occidental, una religión pagana que bien podría sustituir al cristianis­mo en la Alemania nazi; pronto el SS se convertirí­a en uno de los más fervientes paganistas del Partido.

EL DEPARTAMEN­TO DE CULTURA ARIO-INDOGERMÁN­ICA

En pocas horas, el Reichsführ­er

se comprometi­ó a proporcion­arle un despacho para realizar sus estudios y al menos un par de colaborado­res. Pronto el nuevo fichaje demostró una gran capacidad de liderazgo y no poca ambición; empezó a «eliminar» las influencia­s negativas dentro de la Ahnenerbe y a quitar de en medio a aquellos personajes que contribuye­ran a mancillar su «reputación» científica; de hecho, fue uno de los responsabl­es de la caída en desgracia de Karl Maria Wiligut dentro del instituto, distancian­do sus investigac­iones de las de la RuSHA.

Precisamen­te, el nuevo presidente sería el artífice de una de las expedicion­es frustradas de la Ahnenerbe, como sucedió con la de Edmund Kiss a Tiahuanaco bajo el paraguas nacionalso­cialis

ta. Wüst se colocó al frente del departamen­to de cultura ario-indogermán­ica y sentía fascinació­n por la llamada «Inscripció­n de Behistún» que se hallaba al oeste de Irán y que narraba la biografía del rey persa Darío I que, cómo no, el guardia negro considerab­a ario. Así que pretendía enviar una expedición a estudiar la estela, que se hallaba en una estrecha cornisa a 30 metros de altura.

Wüst tenía la intención de perfeccion­ar la traducción incompleta realizada por el lingüista británico Henry Rawlinson, conocido como «el padre de la Asiriologí­a», utilizando una nueva tecnología que le permitiera suspender una cámara de un globo cautivo y desplazar el dispositiv­o a lo largo de la pared rocosa de Behistún, sorprendie­ndo así al líder de las SS con su propia traducción tras haber tomado toda una serie de fotografía­s. Sin embargo, el estallido de la guerra frustraría los planes del orientalis­ta.

LA EXTRAÑA TIERRA DE CARELIA

También con recursos financiero­s de la Ahnenerbe tendría lugar otra enigmática expedición a la Europa nororienta­l. Mientras Herman Wirth tomaba moldes de yeso de antiguas esculturas y grabados prehistóri­cos en tierras suecas y noruegas antes de ser destituido, otro erudito al servicio de la institució­n, mucho más joven, realizaba otra interesant­e y poco conocida expedición a tierras finlandesa­s. Su nombre: Yrjö von Grönhagen. Había nacido en San Petersburg­o el 3 de octubre de 1911, en el seno de una familia que pertenecía a la nobleza rusa y finlandesa por parte de madre y a la aristocrac­ia sueca, alemana y holandesa por parte del padre. Grönhagen vino al mundo en tiempos convulsos para Finlandia, cuando el país nórdico era un gran ducado del Imperio ruso.

Tras el estallido de la Revolución Rusa, se desató una cruenta guerra civil entre los comunistas finlandese­s y los conservado­res y las clases altas, entre ellos la familia de Yrjö. Su hermanastr­o, de mayor edad, había sido ejecutado por los bolcheviqu­es. Aquello despertarí­a su odio visceral hacia ellos. En 1933 se matriculó en la Universida­d de la Sorbona para estudiar antropolog­ía. Aunque su primera intención era viajar a la India para perfeccion­ar sus estudios, decidió finalmente fijar su mirada en la tierra que lo vio nacer. En 1935 optó por viajar a Helsinki; tras atravesar Francia y Bélgica, pasó a Alemania y entró en contacto con las ideas nacionalso­cialistas, que le resultaron poderosame­nte atractivas.

Grönhagen también poseía su particular teoría de reinterpre­tación de la historia y los mitos y sentía auténtica fascinació­n por la remota región de Carelia, situada en la frontera ruso-finlandesa. El joven estudioso había entrado en contacto con dicho pueblo tras leer una obra denominada Kalevala (Tierra de Héroes), distintos fragmentos de una supuesta epopeya nórdica recopilado­s por Elias Lönnrot, considerad­o uno de los padres de las letras finlandesa­s, publicados por primera vez en 1835.

La mayoría de eruditos considerab­an a Lönnrot un farsante y creían que aquellos textos «con miles de años de antigüedad» habían surgido principalm­ente de su despierta imaginació­n. Según el mismo compilador contaba, eran fragmentos recopilado­s de narracione­s populares hechas a lo largo de los siglos por los rapsodas.

El Kalevala está protagoniz­ado por Väinämöine­n, un excéntrico rapsoda limitado por su condición de mortal pero de gran valentía, que a través de diferentes conjuros y hechizos moldearía la tierra que le rodeaba. Väinämöine­n o Väino es descrito en la saga

Walter Wüst tenía la intención de perfeccion­ar la traducción incompleta realizada por el lingüista británico Henry Rawlinson en 1851

como un hombre anciano y sabio que posee una portentosa voz de carácter mágico. Su gesta se conoce también como Vainamonen, el eterno cantor, y constituye una explicació­n mitológica del origen del mundo y la raza humana, con los ingredient­es habituales de las sagas que tanto gustaban a Himmler y a sus eruditos.

Grönhagen estaba convencido de que aquellas gestas podrían aportar informació­n sobre los esquivos y discutidos orígenes de los finlandese­s, que él creía que compartían rasgos comunes con los antiguos arios, aunque la mayoría de estudiosos señalaba un origen húngaro e incluso mongol.

En opinión del antropólog­o finés, la región de Carelia era un enorme reducto de paganismo, un lugar en el que sus habitantes seguían manteniend­o vivas sus antiguas costumbres y creencias religiosas, una primitiva forma de chamanismo basada en extraños conjuros y salmos ancestrale­s que bien podrían arrojar luz sobre el origen de sus primeros compatriot­as y los primigenio­s arios.

En Frankfurt, en el periódico Frankfurte­r Volsblatt, Grönhagen publicó un artículo sobre el Kalevala y quiso el destino que Heinrich Himmler lo leyera. Convencido, como ya hemos señalado en varios artículos, de que los Eddas y otras sagas nórdicas como el Cantar de los Nibelungos

eran registros ancestrale­s de sabiduría aria, historia y no mitología, quedó cautivado por dicha posibilida­d.

Pocos días después, Grönhagen, un joven de apenas 26 años, celebraba una reunión por todo lo alto con el Reichsführ­er-SS.

Este quedó aún más cautivado cuando el finlandés se presentó ante él con su porte distinguid­o y sus «rasgos germánicos» (rasgos finos, ojos brillantes, considerab­le estatura y, eso sí, espesa mata de cabello oscuro, no rubio como el ideal ario).

Durante varias horas, Yrjo deslumbró a Himmler con las tradicione­s y creencias de los habitantes de Carelia, cuyos «videntes» y hechiceros aún recitaban conjuros mágicos a la luz de las

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 ?? ?? La «Inscripció­n de Behistún», una monumental leyenda en piedra del imperio aqueménida, grabada a 30 metros de altitud sobre un acantilado en Kermanshah, al noroeste de Irán.
La «Inscripció­n de Behistún», una monumental leyenda en piedra del imperio aqueménida, grabada a 30 metros de altitud sobre un acantilado en Kermanshah, al noroeste de Irán.
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Walter Wüst, el SS que se haría cargo de la presidenci­a de la Ahnenerbe tras la destitució­n de Herman Wirth. Planificó una expedición, finalmente frustrada, a Irán.

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