HELGOLAND, LA ATLÁNTIDA NÓRDICA
Himmler creía que la teoría de la Cosmogonía Glacial de Hans Hörbiger y sus grandes cataclismos avalaba la suposición de que la Atlántida habría poseído una gran cultura antes de su caída tras una gran catástrofe cósmica (de la que serían vestigios las visiones apocalípticas de la Biblia y los Eddas). El mismo Rosenberg señalaría la posibilidad de que la Atlántida hubiera sido un centro cultural nórdico, patria de una raza primigenia creadora de una gran cultura ubicada en lugares «en los que hoy se agitan las olas del océano Atlántico y que son atravesados por gigantescas montañas de hielo», en clara sintonía con las teorías de Hörbiger por una parte y de los ariosofistas por otra.
Además, Rosenberg creía que Islandia podía ser un vestigio del continente perdido –relacionado con Thule–, y el mismo Herman Wirth buscaría la denominada tierra nórdica de Adland –la Atlántida de los griegos– precisamente al sudoeste de Islandia, a pesar de que todos los indicios científicos desmentían tan enrevesadas hipótesis.
Sin embargo, Heinrich Himmler –al igual que el propagandista völkisch Heinrich Pudor–, tenía preferencia por la isla alemana de Helgoland, situada al sudeste del Mar del Norte, a la hora de ubicar el mítico continente perdido platónico. Para él, claro, la Atlántida no podía ser sino alemana, y enviaría a miembros de su Ahnenerbe al lugar con la intención de que realizaran mediciones topográficas y buscaran fuentes curativas, pues era un ferviente seguidor de las terapias alternativas. Himmler seguía las teorías sobre Helgoland del pastor luterano Jürgen Spanuth. Este postuló que en el territorio isleño de Jutlandia quedaban vestigios de un antiguo culto solar y que Helgoland era la capital de los atlantes, que se había sumergido tras la subida del mar a causa del deshielo.