UN ENTUSIASTA NACIONALSOCIALISTA
Hörbiger iba aún más allá y en tiempos del Tercer Reich, cuando se afilió al partido nazi y gozó del respeto incluso del mismo Hitler, afirmaría que «los embriones de los arios había permanecido conservados en el hielo cósmico primigenio antes de su caída en la Tierra en forma de protoplasma». Como buen nacionalsocialista, no podía comulgar con las teorías evolucionistas que señalaban que los arios, como el resto de seres humanos, descendían de los homínidos (aunque una parte importante del darwinismo influiría notablemente en la cosmovisión nazi, que postulaba que solo las especies más fuertes pueden sobrevivir) y tampoco con la visión judeocristiana del Creacionismo.
Hörbiger comenzó a ganar adeptos entre la comunidad völkisch y poco después cautivaría a los nazis, incluido el propio Führer, que también consideraba su lucha en términos de una batalla primigenia entre la luz (el fuego, que identificaba a los arios) y las tinieblas (el hielo, el frío que representaba a los judíos y a los enemigos del Reich). El ingeniero se había inspirado en los Eddas de Snorri Sturluson, donde se relata cómo el Universo salió del caos primigenio gracias al enfrentamiento entre el hielo que cubría Ginnungagap, en el norte, y el fuego que originó el viento que soplaba desde Múspellsheimr, en el sur. Tras el contacto con el fuego, parte del hielo acabaría fundiéndose y del agua subsiguiente surgiría el cuerpo de Yurir, engendrador de los gigantes.
Hörbiger estaba convencido de que la tierra volvería a sufrir una hecatombe, esta vez la definitiva, un cataclismo que haría la vida imposible sobre el planeta, cuya corteza estallaría y el hielo lo dominaría todo hasta que la Tierra acabara estrellándose con el Sol.