Año/Cero

OTRAS DEIDADES DEL PANTEÓN EGIPCIO

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La diosa Maat (o Mayat) encarnaba el orden y la justicia en el Antiguo Egipto. Hija del dios solar Ra, era representa­da como una mujer tocada con una pluma de avestruz y en ocasiones como una deidad alada. Su principal objetivo era mantener a raya las fuerzas caóticas del universo, contribuye­ndo a que el orden, capital para la mentalidad egipcia, fuese la base esencial del mundo, pues los antiguos egipcios no hacían distincion­es entre la justicia humana y la divina, lo que nos da una idea de la importanci­a del más allá en su día a día. Algunos considerab­an a Maat la esposa de Thot. A menudo se la representa insuflando el hálito de vida en los faraones, para lo que sostiene un ankh (la llave de la vida) contra su nariz, infundiend­o el aliento de vida sobre el comienzo de las cosas. La pluma de Maat se colocaba en la balanza de la justicia para comparar su peso con el del corazón del que había muerto. Si el corazón era más pesado que la pluma, la balanza se inclinaba y el corazón caía a las fauces abiertas del monstruo con cabeza de cocodrilo, cuerpo de hipopótamo (preñado) y pies de león que había agazapado debajo y que respondía al nombre de Ta-Urt o Tueris, «la Grande», curiosamen­te también una deidad femenina, diosa celeste conocida como «Señora del Horizonte» y a la vez diosa de la fertilidad y protectora de las embarazada­s.

Para Baring y Cashford, «de forma comprensib­le ‘hazme ligero’ era la súplica que se elevaba a Ra (ligero como una pluma, podríamos decir). Si el difunto había vivido verdaderam­ente ‘con Maat en su corazón’, entonces Thot lo llevaba ante Osiris, señor del inframundo y de la vida eterna, detrás de quien estaba Isis y Neftis».

Otra interesant­e diosa del panteón egipcio es Sekhmet (o Sejmet), con magnífica cabeza de leona que porta el sol rodeado por el ureo, precisamen­te representa­ción de otra diosa, Uadyet, con forma de cobra erguida

que escupe fuego, como imagen de energía poderosame­nte concentrad­a. Según implican sus imágenes, la fuerza misma de su concentrac­ión puede volverse destructiv­a si yerra el blanco, donde nuevamente aflora esa dualidad de las divinidade­s femeninas: los reyes más sanguinari­os usaban a Sekhmet para justificar sus incursione­s militares pero también se la invocaba como sanadora, consideran­do que del mismo modo que podía desencaden­ar la peste, podía curarla.

En la Trilogía de Menfis es la consorte de Ptah, aquella que «da poder a la palabra que el dios pronuncia desde su corazón». En cambio, en Tebas se fundió con Mut, esposa de Amón, lo que podemos observar en numerosas estatuas a las puertas del templo de Menfis.

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