LAS MOIRAS Y EL DESTINO DE LOS HOMBRES
Las Moiras, equivalentes a las Parcas romanas, eras las tres deidades hermanas responsables del destino de los humanos desde que nacían, asignando la duración de sus vidas y el momento de su muerte. Sus nombres eran Cloto (la Hilandera), Láquesis (la que medía o asignaba) y Átropos (la Rígida o la Inflexible) y el mito cuenta que eran, como Némesis, hijas de Nix, y otra versión posterior las convierte en progenie de Zeus y Temis (diosa preolímpica que representa la Ley y la Justicia). El filósofo y profeta griego Epiménides (que vivió en el siglo VI a.C.), por su parte, las hace hijas de Crono, al igual que las Erinias y Afrodita.
Eran representadas enhebrando un hilo dorado, que simbolizaba la vida de cada persona y su destino. Una vez que esta llegaba a su ocaso, cortaban el hilo: Cloto hilaba la hebra (nacimiento), Láquesis asignaba la duración del tiempo de su vida y Átropos la cortaba en el momento de su deceso –esta última elegía la forma en la que moría cada hombre–. Eran solo las Morias las que decidían el destino y ni siquiera los otros dioses podían intervenir para salvar la vida ni a sus hijos mortales ni a sus mortales predilectos. Hasta el propio Zeus debía someterse a sus designios. Aunque inspiraban a su vez un gran temor y respeto, eran reverenciadas y podían ser adoradas como otras deidades. Por ejemplo, en Atenas las novias ofrecían a las Morias mechones de pelo y muchas mujeres hacían juramentos en su nombre. Como hijas de Nix, eran hermanas de las fuerzas tenebrosas del mundo (de nuevo la ambivalencia de las deidades femeninas) que incluían a la Culpa, la Angustia entristecedora, a la citada Némesis y al Conflicto. Se las mostraba como mujeres hieráticas, de aspecto severo y con túnicas y, por lo general, con apariencia de ancianas. De hecho, Shakespeare se inspiró en ellas para dar forma a las tres brujas que aparecen en Macbeth e intervienen en el destino del valeroso noble escocés que protagoniza la inmortal tragedia.