SACRIFICIOS DE PERROS EN LOOR DE LA DIVINIDAD
El perro, a diferencia de otras especies y de lo que sucede en nuestros tiempos, era considerado en la antigua Grecia un animal salvaje y terrible cuya naturaleza no era totalmente pura, por lo que su sacrificio no servía para honrar a los dioses del Olimpo sino para invocar la protección de Hécate en las encrucijadas y como elemento expiatorio del mal.
El geógrafo heleno Pausanias Ático, citando a Aristófanes, señala que el perro es un animal irascible y lo colocaban junto a estatuas de la diosa Hécate portadora de antorchas, uno de sus símbolos; un sacrificio, el de cachorros, como acto expiatorio entre los atenienses que evoca la costumbre de sacrificar un perro en loor de Enialio, el sanguinario dios de la guerra de los helenos, protector de soldados y guerreros, al igual que la ceremonia de purificación que tenía lugar en Beocia por la cual las tropas del ejército pasaban entre las dos mitades de un perro cortado en canal.
El emperador y filósofo Flavio Claudio Juliano (conocido como «el Apóstata») también consideraba al perro como animal sacrificial para Hécate tanto por parte de los griegos como de los romanos, y estos últimos, durante los Lupercalia, sacrificaban a estos animales vinculados a la humanidad como símbolo enemigo del lobo. Se dejaban sus cuerpos junto a los hekataia o en cuevas cuando su ejecución estaba relacionada con los rituales mistéricos de Hécate.
El sofista griego Euctenio alude en su paráfrasis de los Theriaca de Nicandro a una cueva consagrada a Hécate al norte de Samotracia donde se realizaban sacrificios de cachorros de canes. También la rana (un animal que se consideraba podía cruzar dos elementos) estaba consagrada a ella. Como diosa tricéfala, en los papiros mágicos de Heliópolis aparece a veces con cabeza de animal, de perro (su animal sagrado), caballo y de oso, y en ocasiones con cabeza de perro, serpiente y león.