TRAS LOS PASOS DEL TEMPLO MALDITO
Aunque sin duda el tándem Lucas-Spielberg tomó como referencia a la secta de los Thugs –en la cinta llamados thuggee– para la segunda entrega de su exitosa saga cinematográfica, lo cierto es que se permitieron notables licencias narrativas que poco tenían que ver con la realidad de estos implacables criminales. Indiana Jones y sus acompañantes –el pequeño Tapón y la artista de cabaret Willie Scott–, acuden al siniestro y ficticio palacio de Pankot –inspirado en el Palacio de los Vientos de Jaipur– en busca de las piedras robadas del santuario de un poblado, las piedras de Shankara, las Shivalingham, consideradas objetos sagrados de gran poder en el hinduismo.
Una vez en Pankot tendrán lugar las muchas desventuras de «Indi», entre ellas, presenciar las ceremonias sacrificiales de los thuggee en la caverna que horada el templo, presididas por el sumo sacerdote del culto, Mola Ram. En la cinta los esclavos están zombificados –se convierten en seres sin alma al beber la sangre de Kali–, algo que evidentemente no es cierto, a pesar de que es posible que algunos Estranguladores se sumieran en una suerte de éxtasis al cometer sus crímenes en loor de su deidad. Asimismo, Mola Ram arranca el corazón a sus víctimas, que continúan vivas antes de caer en un foso de fuego, algo físicamente imposible, al menos de la forma en que sucede en la película, donde el pecho de la víctima se cierra como por arte de magia en medio de oscuras letanías hacia un ídolo cadavérico siniestro a más no poder.