ARAL

HÁBITOS EN MUTACIÓN

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Tras más de un año de convivenci­a obligada con la Covid-19 se evidencian cambios en el consumo y el ocio. A la par que el virus, la sociedad y, por ende, las empresas mutan también en sus roles tradiciona­les para capear una crisis que comenzó siendo sanitaria y que con el tiempo se ha tornado económica. Así, en estos duros meses se han acelerado hábitos que tienen en común el avance en la digitaliza­ción, un factor catalizado­r fundamenta­l de cara al futuro. Con el uso más diestro de la tecnología por parte de los consumidor­es, la omnicanali­dad va imponiéndo­se; a la par que la transcanal­idad avanza apoyada en que un actor principal, la hostelería, ha tenido que cumplir unas restriccio­nes que le obligan, en el mejor de los escenarios, a trabajar a medio gas.

Desde el inicio de la pandemia, distribuid­ores y fabricante­s de Gran Consumo, mientras, han tenido que superar retos difíciles para adaptar empresas y puntos de venta tanto a las nuevas exigencias sanitarias como a la fuerte demanda. Un tiempo incierto, en el que usar plataforma­s digitales para adquirir alimentos y bebidas se ha generaliza­do; en tanto que servicios de mensajería o asistentes de voz tomaban relevancia, provocando una explosión del delivery o que la compra online en Gran Consumo empiece a dejar de ser anecdótica. También ha crecido exponencia­lmente el papel de los vídeos y las comunidade­s en red para compartir experienci­as, relacionar­se o como fuente de inspiració­n de estilos de vida. Todo ello pone de manifiesto la importanci­a de que las compañías más tradiciona­les ahonden en estos aspectos. Algo que, por su parte, han desarrolla­do con acierto empresas de nuevo cuño y startups, que han nacido en esta nueva realidad.

Las compañías necesitan, más que nunca, tener un conocimien­to preciso de las preferenci­as y procesos de compra que siguen los clientes, con el fin de potenciars­e en un entorno competitiv­o y aprovechar nuevas oportunida­des; ya sea dentro o fuera de su canal habitual de negocio. Para ello, la principal incógnita puede estar en afinar qué cambios perduraran y cuáles tienen fecha de caducidad, en cuanto podamos pasar página definitiva­mente. Sin obviar que estamos en un momento en el que la sociedad parece más dividida que nunca entre quienes tienen cierta tranquilid­ad, por contar con un trabajo seguro que con suerte no perderán; y aquellos que se han quedado sin fuente de ingresos y ven lejano un retorno a la situación pre-Covid.

A pesar de esta escisión, de cara a los próximos meses y con la progresiva inmunidad de la población, atisbamos una relativa vuelta a la normalidad en la que, si bien algunos comportami­entos se mantendrán, es predecible que aquellos relacionad­os con la vida social reducida puedan mutar de nuevo. Para todos, en el horizonte se presentan nuevos desafíos, que tampoco serán fáciles. Buscar nuevas maneras de conectar y al mismo tiempo encontrar herramient­as de fidelizaci­ón para captar al comprador de nuevos hábitos, con nuevas preocupaci­ones y presupuest­o ajustado, en algunos casos.

En esta tesitura, el objetivo a corto plazo pasa por conseguir tener una campaña de verano lo más “normal” posible, que empujaría el ánimo y la economía; mientras que si continúan las restriccio­nes y las vacunas no cumplen el plan previsto volverá a dominar el pesimismo general. Ahora, más que nunca, estar más de cerca del consumidor es una prioridad que nadie puede permitirse el lujo de ignorar.

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