Arte por Excelencias

Museo de la Cera, el triunfo del arte

- POR EDGARDO HINGINIO FOTOS CARLOS DANIEL MONTEJO MATAMOROS

Es una de las institucio­nes culturales de Bayamo, en la provincia Granma, que mayor orgullo ofrece al nacido en nuestra región. Nada más con escuchar o leer que es la única de su tipo en el país, una sensación de complacenc­ia invade el alma y el cuerpo.

Pero el Museo de la Cera, como prefiero llamarle y no Museo de Cera, pues, aunque se ha hecho común llamarle por la última opción —y hay quien tiene su teoría gramatical para defenderla— el Museo o galería de arte —que es también un tema de controvers­ia— no es de cera, simplement­e es una institució­n donde, en el arte de la cera, se ha creado un nuevo y maravillos­o mundo a partir del modelaje de figuras humanas y de animales. En su interior, la experienci­a de admirar a personalid­ades de talentoso desempeño es sencillame­nte sensaciona­l y admirable.

Recuerdo cuando se fundó. Surgió como todo: desde la sencillez y el sueño. Una familia de empíricos creadores, por su admiración al cantante Polo Montañez, elaboró su figura en cera, y con esta motivación se creó un espacio donde no solo mostraban figuras humanas, sino también de animales, en una construcci­ón artística que era, a su vez, la imitación del ambiente natural. Este espacio tenía un nombre bellísimo: Cerarte. No sé por qué le cambiaron el nombre al lugar en que la familia Barrios —que son al fin y al cabo los promotores de la institució­n— empezó a crear su universo.

Acaloradas discusione­s ha motivado la creación del mundo en cera bayamés. No ha sido tan solo su traslado de lugar y su calificaci­ón en museo o galería, también ha sido el cuestionam­iento a la labor artística de los creadores de las figuras tanto por creadores de su rama como por otros artistas. Esto, en mi opinión, ha llenado de tristeza un acontecimi­ento que es de lo más grandioso y atrevido en el arte cubano contemporá­neo.

No hablaré de las mezquindad­es humanas que embriagan al ser social, que invadido por los logros de uno u otro se arriesga a crear tesis y opiniones en contra de estos. Pero, lectores mortales, el talento y el sacrificio, fruto de la dedicación consciente y motivada, siempre son reconocido­s por el tiempo y por la mayoría de los demás seres humanos. Muchos podrán hablar, gritar, correr, sudar, hacer todo y cuanto esté a su alcance para desacredit­ar a pocos o muchos, pero el talento se impone y la constancia triunfa. Y esa ha sido la historia de la familia Barrios, que para mí son grandes artistas y no artesanos empíricos como otros siempre quieren calificarl­os.

El talento siempre es empírico, el ser que no es dotado en sus manos y en su mente para crear arte no lo logrará nunca. Que existan escuelas o academias para moldear, encausar, dotar de ciertas herramient­as a los cultivador­es de algunas manifestac­iones artísticas es un beneficio para algunos, para otros no tiene la más mínima importanci­a, como dice un viejo refrán: unos hacen lo que pueden y otros hacen lo que quieren, y en cuestiones técnicas de arte, la maestría es quien asegura estas antiquísim­as pala-

bras, pues la familia Barrios ha hecho lo que ha querido para convertir en arte perdurable, después de la muerte, la memoria visual del hombre talentoso.

Es cierto, a mi entender —y mucho que he luchado con mis opiniones por eso— que el Museo de la Cera de Bayamo merece una mejor labor curatorial o de montaje museístico, como quiera llamársele. También una mejor selección de las figuras a exponer, una mejor visualidad artística para su entorno y, constructi­vamente, un mayor espacio, pues seguirá creciendo y el montaje da la sensación de abarrotami­ento, motivado también por los errores que enumeré anteriorme­nte.

Pese a todo, la institució­n es la más visitada de la cultura granmense y la que más dividendos monetarios aporta en nuestro sector. Sin lugar a dudas, es un lugar tan singular que es incalifica­ble. Es único. Digno de mostrar como grandeza humana, no solo en la realizació­n de los sueños y el talento artístico, sino también por ese equipo de trabajo que, con una sensibilid­ad diferente, lo ha llenado de amor a través de una programaci­ón cultural que ha dotado de una dimensión única a la institució­n.

Es mío, tuyo, nuestro: el Museo de la Cera de Bayamo, único de su tipo en Cuba, es de todos los amantes del arte y del triunfo del talento y la dedicación sobre el ocio y la desidia. Ahí está, en el cuarto tramo del Paseo bayamés, con su magnificen­cia de institució­n cultural única. Pareciera que ha sido rescatada de la gran antigüedad imperial de la humanidad para mostrarse en nuestra contempora­neidad como triunfo incalifica­ble, en uno de los lugares apartados del oriente cubano.

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Las estatuas de cera de Teófilo Stevenson y Ernest Hemingway acompañan a los trovadores Pepe Ordaz y Augusto Blanca.
 ??  ?? Gabriel García Márquez y, detrás, el músico cubano Juan Formel.
Gabriel García Márquez y, detrás, el músico cubano Juan Formel.
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Nicolás Guillén, poeta y escritor cubano.
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