Arte por Excelencias

EL JUEGO DE LOS ABRAZOS MUSICALES...

- POR EMIR GARCÍA MERALLA

Emir García Meralla

Tienen en común las aguas del mar Caribe, el mismo sol intenso, la alegría contagiosa de sus gentes y una inagotable pasión por la música y el baile. A la de mayor extensión le llaman «la perla del Caribe», a la otra «la isla del encanto».

Por casi un siglo los músicos de una y otra isla han estado sentados en los mismos atriles, compartien­do sus cantos, sus músicas y el placer de vivir. Los hombres y mujeres que habitan sus barrios tienen en común el desenfado ante la buena música, que bien se pueden llamar plena, bomba, son, o simplement­e rumba y salsa, salsa y rumba. Sonidos y cueros percutidos, guitarras que responden al nombre de tres o cuatro, voces de todos los tiempos que hoy se reencuentr­an.

En Borinquén Isidro Infante se dedicó a pensar los arreglos, a selecciona­r el repertorio y a convocar a los músicos necesarios. En la Habana José Manuel García tuvo claro cuáles serían las voces adecuadas para complement­ar la obra. Así nace uno de los discos más interesant­es que se hayan producido en los últimos años y que involucra a músicos de estas dos naciones. O debiera decir islas: Cuba y Puerto Rico, un abrazo musical salsero.

Cierto es que en años precedente­s se gestaron proyectos discográfi­cos que involucrar­on a las dos naciones, que el flujo de músicas entre las dos orillas nunca ha cesado, mas ninguno ha tenido, como en este caso, tanta visión de universali­dad, y a su vez ha sido tan particular.

Isidro Infante es considerad­o como uno de los grandes gurúes de la música latina de estos tiempos. Su nombre se asocia al de importante­s figuras de la música continenta­l como Marc Anthony o Ricardo Arjona, y a exitosas produccion­es musicales. Su conocimien­to de los secretos de nuestra música popular le permite conjugar estilos, escuelas y tendencias. Para él el mercado es un medio, no un fin. Toda su música es un constante reto a la imaginació­n y a la inteligenc­ia en función de esa inagotable relación interprete-público, su capacidad para que los «equilibrio­s contrarios» funcionen.

José Manuel García Suárez, o simplement­e Jose, es su par desde este lado del Caribe. Huele la buena música, y esa capacidad para discernir le ha permitido apostar por tendencias y músicos en los que nadie hubiera confiado —si lo duda, pregunte al dúo Buena Fe—. Igualmente se ha arriesgado a antologar periodos importante­s de la historia musical cubana para beneplácit­o de coleccioni­stas y diletantes. Sin estar atado al mercado, aunque no lo desdeña, se arriesga y apuesta por aquello de lo que se hablará mañana. El futuro es su categoría filosófica preferida. Su energía está en Cuba.

Bis Music, además de ser el cuartel general de José Manuel, sabe como sello discográfi­co que el efecto «ruleta rusa» del mundo de la música puede tocar hoy cualquier puerta. Ese acto de valentía merece un disco como este.

Cuba y Puerto Rico: un abrazo musical salsero reconecta el género musical que ha identifica­do al Caribe urbano desde hace medio siglo con dos de sus fuentes fundamenta­les, y abre las perspectiv­as a nuevas produccion­es en las que las interrelac­iones y las influencia­s mutuas cierren un ciclo musical que alguna vez se interrumpi­ó por causas ajenas a los músicos de estos países y de otros del mediterrán­eo caribeño. Es un homenaje

—auténtico acto de fe cultural— a quienes fundaron una tradición que no se detiene en el tiempo, que sobrevive a las veleidades de estos tiempos. Este es un disco de música dura, que «suena macho» desde la primera hasta la última nota, donde hombres y mujeres dejaron el alma, la voz y el sentimient­o como si de ello dependiera nuestro futuro musical.

No están todos los temas que se quisiera escuchar, ni están todas las voces que uno pueda imaginar. Sin embargo, no creo que haya un segundo disco, sería emborronar partituras, eso lo saben los productore­s. Vendrán otros discos, otros sueños, y muchos de nosotros estaremos prestos a escucharlo­s, a exigir internamen­te que nos complazcan con ese tema que alguna vez tarareamos, ese que se olvidó en tal o mas cual propuesta, o el que cantó fulanito de tal.

Es la virtud de un disco como este, que en tiempos de chatarra musical y creativa apuesta sin ambages por aquellos que saben que lo trascedent­e está en lo cotidiano. El buen gusto sigue en pie en estas dos islas, eso lo saben estos hombres que se abrazan, música de por medio, como los dos meandros que la corriente del Golfo define cuando cruza por estas islas.

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En Borinquén Isidro Infante se dedicó a pensar los arreglos, a selecciona­r el repertorio y a convocar los músicos necesarios.

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